Ni a la ANFP ni a Estadio Seguro les interesa el espectáculo. Que la UC y Colo Colo jueguen a altas o bajas temperaturas, y una buena parte del público se insole o congele es un tema de tercer orden para ellos. Partamos por ahí para tratar de entender el fondo de la discusión entre Sergio Jadue, presidente del fútbol, y Cristián Barra, jefe del modelo incubado por los responsables de la seguridad civil para combatir la delincuencia en los estadios. La pugna es por el poder, disfrazado en conceptos tan moldeables para estos personeros como son la soberanía, los derechos, la autonomía, la propiedad y la libertad.
Estadio Seguro representa para la ANFP un intervencionismo que afecta una variable tan sensible como es la recaudación por venta de entradas. E incide en una onerosa externalidad subsidiada históricamente por el Estado, como es la seguridad del espectáculo. De ahí que el espíritu colaboracionista del fútbol con la política deportivo-policial sea distante, y la autoridad de gobierno esté en algunos pasajes ignorada o sencillamente despreciada.
El celo de la ANFP tiene una lógica económica: Estadio Seguro es una entidad que perjudica el negocio en la última línea, porque solo en lo grueso le resta ingresos al disminuir los aforos, y le aumenta los costos al traspasarle el ítem seguridad al interior de los recintos. Pero además amenaza la esencia del corporativismo de los clubes, empoderados por grupos internos que se alinean para rentabilizar la actividad e imponer criterios que fortalecen las finanzas y empobrecen la competencia deportiva.
La disputa personal de Jadue y Barra por la programación del domingo es una anécdota infeliz en toda esta historia. A la manifiesta ausencia de compromiso de uno se suma la ineficacia del otro. Jadue nunca ha transmitido la convicción en el proyecto, y para mayor comodidad tampoco ha sido encomendado decididamente por sus socios mandantes para que lo haga. Y Barra más parece un burócrata inmerso en números y articulados que en una eficaz persecución de los barristas delincuentes.
El contexto temporal tampoco contribuye al debate. Uno (Jadue) se encuentra en el apogeo de su gestión y está diversificando la entrega de sus contenidos (la interesantísima entrevista en la que expone su método para adelgazar y la rutina de ejercicios con un trainer a domicilio, es un vivo ejemplo). El otro (Barra) está tratando de dejar algo cercano a un legado sin que sus principales interlocutores lo atiendan y sin poder exhibir una obra que lo haga trascender.
Y entremedio de todo este enjambre de egos, el público. Al que cada vez se le ponen más cortapisas para ir al estadio, y que además tiene que soportar el encono de dos contendores que no dan la estatura ni el volumen que el tema merece.