El lenguaje ingenieril ha sido eficaz para expresar a quienes denuncian los males sociales y aseguran tener las fórmulas certeras para superarlos. Las ideas estructuralistas, tan propias del segundo cuarto del siglo XX, pusieron de moda esta forma de expresarse. Pensar en términos de estructuras es concebir las realidades humanas y sociales solo en términos de materia y nos remite a lo más propio de la actividad de un ingeniero: construir.
Desde entonces este verbo aparece siempre expreso o tácito en el lenguaje de los intelectuales y de los políticos que se autodenominan progresistas. Se complementa con la seguridad en lograr las metas propuestas y la necesidad de planificar el desarrollo: presentan al mundo y sus problemas como una materia moldeable que puede y debe ser trabajada mecánicamente.
Este modo de ver las cosas lleva a considerar las imperfecciones humanas y sociales como aberraciones intolerables, lo que, a su vez, facilita llegar a diagnósticos simplificados y horrendos. Así se conquista la adhesión de numerosas personas, muchas de las cuales observan de buena fe el acontecer y creen en la asertividad de aquellos pregoneros; también jóvenes moldeables y aún inmaduros, incluyendo muchos de vida fácil, y no pocos que ven en estas recetas un camino para darles sentido a sus vidas.
En Chile hemos tenido varias generaciones marcadas por este sello y nuestra animada trayectoria política les ha posibilitado ensayar sus propuestas. Las figuras caudillescas lograron activar los entusiasmos en algún momento.
Pero las máquinas políticas estables han sido mucho más eficaces para perdurar más allá de sus rotundos fracasos: individuos fríos y ambiciosos que saben manejar a los espíritus impresionables o que requieren del abrigo de la manada. Paradójicamente, y siempre, el resultado de aquellas percepciones mecanicistas de la sociedad y de la condición humana han llevado a destruir lo existente, dejando solo ruinas a su paso. Sin embargo, organización, disciplina, mística y constancia han sido las claves para renacer exitosamente. Hoy, el facilismo constructivista de la propaganda comercial ha contribuido poderosamente también.
Pretender que una sociedad se construye como una estructura es un error. Las sociedades proceden de una historia y son constantemente imperfectas. Las soluciones duraderas no existen, pues hay que estar arreglándolas siempre. Conducirlas es una tarea de todos, además de ser complejas e inacabables en el tiempo.