Como única obra del programa, dada su extensión, solistas, el Coro Sinfónico y la Orquesta Sinfónica de Chile, bajo la dirección de Victor Yampolsky, se unieron el viernes en el Teatro de la Universidad de Chile para presentar “El sueño de Geronte”, oratorio de Edward Elgar.
Es encomiable que los programadores de la temporada hayan decidido incluir esta obra, muy difundida entre el público inglés y escasamente conocida en nuestro medio. Elgar tenía predilección por su composición y todas las características de su peculiar estilo están aquí desarrolladas con maestría.
Con algunos gestos melódicos wagnerianos, el Preludio anuncia las tribulaciones de Geronte, enfrentado a su inminente muerte y la luz de la esperanza en el marco de la fe católica. El texto del cardenal Newman, anglicano converso al catolicismo en 1845, aunque abunda en retórica, contiene bellas imágenes en torno a la angustia y la paz del alma, bien aprovechadas por Elgar para narrar musicalmente el tránsito hacia el más allá.
A partir del cliché de que después de Purcell y Haendel (que no era inglés) hubo que esperar a Britten para devolver su prestancia a la música inglesa, hay notables compositores, entre ellos Elgar, que han sufrido injusticias en su valoración. En parte puede deberse a que al lado de los expresionismos emocionales alemanes y austríacos, la música de Elgar, y de esta obra en particular, parece apuntar como una flecha directa al espíritu, sin pasar por el corazón.
Desde el Preludio, la orquesta exhibió una calidad superior, y el coro, magníficamente preparado por Juan Pablo Villarroel, fue un puntal del concierto. Los solistas, la mezzo Claudia Godoy (El Ángel), el tenor Luis Olivares (Geronte) y el barítono Arturo Jiménez (El Sacerdote), cumplieron sus roles con profesionalismo según la idiosincrasia de sus personajes, destacándose Olivares en su difícil papel, que interpretó con profunda convicción, bello timbre y hermoso fraseo.
Yampolsky condujo con sobriedad y mesura, sin perjuicio de manejar los apabullantes clímax con fuerza impresionante, consiguiendo una lectura que más allá de lo musical, nos dejó meditando en la vida más allá de la vida. Y esto, para creyentes y no creyentes.