Para el cierre de la Temporada Internacional Fernando Rosas de la Fundación Beethoven estaba programada la agrupación The Wiener Akademie. Por razones de fuerza mayor, no pudieron venir y el martes, en el Teatro Municipal de Las Condes, fueron reemplazados por la Camerata Bariloche.
La Camerata, desde su fundación, en 1967, por el violinista Alberto Lysy, ha sido un referente entre las orquestas de cámara, con proyección internacional y numerosos premios. Grandes violinistas han estado a la cabeza del grupo y hoy el honor (para él y para nosotros) lo tiene el chileno Freddy Varela como concertino conductor.
La agrupación demostró un excelente nivel: bello sonido, disciplina, sobriedad y pasión fueron elementos constantes de su desempeño y si algunos puristas pueden haber arriscado la nariz en la obra inicial, la Sinfonía en La Mayor RV 158 de Vivaldi, por su desapego a los enfoques “auténticos” en la interpretación del Barroco, la perfección de la entrega convirtió a esas críticas en pedantería.
El Concierto en Re Menor para violín de Mendelssohn, compuesto a los 13 años, época de sus sinfonías para cuerdas, tiene las virtudes y debilidades propias de las obras del niño genio. Una imaginación desbordante, “mucha nota” (así le dijeron también a Mozart), desarrollos algo latos y temas líricos poco conspicuos, pero la estupenda ejecución de Varela hizo que en ningún momento flaqueara el interés y la obra se agigantó en sus manos. Los virtuosismos y los pianissimi nunca fueron meros efectos y con la solidaria compañía de los 15 músicos, entregó una memorable versión.
Dos hermosos valses de Dvorak conjugaron a Viena y Bohemia, en una fina interpretación y la Suite Nº 3 de las Antiguas Danzas y Arias, de Respighi, aunque es tercera vez que la escuchamos en la programación de conciertos de este año, emergió renovada y fresca.
Tres obras de Piazzolla fueron la culminación de un concierto para recordar. Los solos de violín de Varela, para el “Adiós Nonino”, transmitieron su ternura a un público conmovido que fue recompensado con un movimiento del Divertimento K. V. 137 de Mozart.
La fundación programó a la Camerata “con el fin de mantener la jerarquía”. No se equivocó y, con perdón de los vieneses, no hubo oportunidad de echarlos de menos.