A ocho días de la elección presidencial, parlamentaria y de consejeros regionales, solo quedan dos dudas.
La primera es si la candidata de la Nueva Mayoría, Michelle Bachelet, logra el triunfo el 17 de noviembre en primera vuelta con la mayoría absoluta, o pasamos a la segunda vuelta del 15 de diciembre, enfrentando a la candidata de la derecha Evelyn Matthei. Esta duda se mantiene sobre la base de sucesivas encuestas de opinión pública, que sitúan a Bachelet obteniendo entre el 45 y el 52% de los votos válidamente emitidos. Y la segunda vuelta con Matthei es porque ella en estos mismos estudios está alcanzando entre el 20 y el 25% de los votos en la primera vuelta.
La segunda gran duda es cuántos “doblajes” va a obtener la Nueva Mayoría en la elección de diputados y senadores.
En la Cámara Baja, el piso serían tres doblajes y el techo 10 doblajes; y el mismo ejercicio en la Cámara Alta sitúa lo mínimo en un doblaje y lo máximo en tres doblajes.
Sería también bueno aclarar que en el caso de la elección parlamentaria, estas disputas mencionadas no son voto a voto por alcanzar la mayoría, como se entiende en el mundo. Son voto a voto para que la Nueva Mayoría doble a la lista de derecha. Es como si mañana para que triunfe la “U” o el Colo Colo no les bastara ganar 1-0 para llevarse los tres puntos, sino que tendrían que ganar 2-0 o 3-1. Cosas del binominal.
Dicho lo anterior, analicemos los escenarios políticos con primera o segunda vuelta.
Si Bachelet y la Nueva Mayoría triunfan en primera vuelta, la victoria es avasalladora, considerando la presencia de nueve candidatos presidenciales, lo que implica que los votos de Bachelet son más que la suma de todos los competidores. Es una gran legitimidad democrática que le permitirá formar sus equipos y plasmar su programa con autonomía de otras fuerzas políticas diferentes a la Nueva Mayoría, y que hará posible, además, un tiempo suficiente entre el 18 de noviembre y el 11 de marzo como Presidenta electa para consolidar la mayoría política, económica y social que respalde su programa de gobierno.
En la otra vereda —es decir, la derecha— tendrían la derrota más relevante de los últimos 23 años; incluso con un resultado inferior al peor de los obtenidos a la fecha. Me refiero a la elección presidencial de 1993, donde la derecha, con dos candidatos (Arturo Alessandri y José Piñera), obtuvo el 31% de los votos. Se comprenderá que la derecha entrará en una profunda crisis de identidad, de autocrítica y de responsabilidades mutuas, que la dejará en una posición muy debilitada.
En el segundo escenario —es decir, Bachelet y Matthei compiten en una segunda vuelta el 15 de diciembre—, lo más probable es que la Nueva Mayoría amplíe su potencial electoral, teniendo un piso del 60% y un techo del 70%.
Como ustedes comprenderán, una derrota de la derecha y su candidata por 60 a 40%, o por 70 a 30%, legitima aun más el liderazgo de Bachelet para las transformaciones que el país necesita, y deja a la derecha prácticamente en una crisis terminal, atrincherada en el Parlamento y en los poderes fácticos, tratando de resistir lo que la mayoría demanda.
De lo anterior deriva una paradoja. Es probable que las mentes más lúcidas de la derecha política, económica y social prefieran perder en primera vuelta 51 a 25%, que en segunda vuelta 70 a 30%.