1899, el último año del siglo XIX, anuncia el inminente cambio de folio y algunas composiciones, metáforas de un tiempo histórico y de una nueva forma de oír, se convierten en arquetipos de lo que se abandona y de lo que está por llegar, ambigüedad que puede dar extraordinarios frutos. Es el caso de la "Noche Transfigurada", de Schoenberg, que inspirada en un poema de Richard Dehmel, transita entre la decadencia post-wagneriana y el anuncio de nuevas poéticas, lo que en la partitura se revela en la contraposición entre oscuras y boscosas densidades y pasajes de radiante luz. La obra se ha definido como un poema sinfónico, dado el referente literario, y fue originalmente escrita para sexteto de cuerdas.
En la versión para orquesta de cuerdas, la obra se oyó el viernes en el Teatro Municipal de Ñuñoa, a cargo de Juan Pablo Izquierdo y la Orquesta de Cámara de Chile. Director y conjunto, en una concentrada entrega, hicieron que en medio de la maraña armónica permanentemente elusiva, surgieran nítidos los planos y se apreciara el sutil trabajo dinámico, conjugando expresividad y coherencia. Una excelente interpretación.
El programa se completó con la Sinfonía Nº 7 de Beethoven. Desde el comienzo se apreció la fidelidad de Izquierdo a las indicaciones originales de la partitura: la introducción en el primer movimiento fue realmente Poco sostenuto y el segundo movimiento fue realmente Allegretto ; ha sido común, en ciertas "tradiciones", que ambos movimientos se interpreten con tempi más lentos, lo que ha (mal) acostumbrado y se le ha conferido a la sinfonía una dimensión más dramática que no habría sido la intención del compositor.
La ejecución del Allegretto fue de belleza clásica y el Scherzo , preciso e impecable. En los otros movimientos se apreciaron desajustes entre vientos y cuerdas, pues se privilegió la apabullante energía por sobre el balance instrumental (que ya es complejo en la escritura beethoveniana). Hubo notorio desequilibrio, particularmente al final, donde los vientos desencadenaron un vendaval que les dio un protagonismo inclemente respecto de las cuerdas.
El público del Teatro fue entusiasta y agradecido e Izquierdo retribuyó repitiendo parte del Allegro con brio final.