La noche del jueves llegó hasta el estelar de Canal 13 la protagonista de la próxima teleserie de TVN. La red estatal, el principal contendor de la estación, decidía promover su mayor apuesta de la próxima semana en la mejor pantalla disponible: la de la competencia.
El inédito episodio es la muestra más reciente no solo del liderazgo que la señal privada ha alcanzado bajo su nueva administración. También certifica la reconversión lograda por el espacio estelar que, en su regreso a las pantallas hace un año, había estado a punto de zozobrar bajo las acusaciones de maltrato a sus invitados y ante la imposibilidad de llenar los asientos del set con figuras de mediana relevancia que estuvieran dispuestas a soportar las pruebas que implicaba llegar hasta ahí.
Muchas cosas pasaron para que “Vértigo” llegara hasta aquí. Muchas quedan aún por pasar.
Por ejemplo, los animadores Diana Bolocco y Martín Cárcamo han crecido en empatía con el sufrimiento de quien se ve expuesto a la crítica social. Ambos han protagonizado en el último año episodios personales con ribetes de escándalo mediático y, como sus invitados, se han tenido que someter al escrutinio público.
Yerko Puchento, el ácido personaje surgido de Daniel Alcaíno y Jorge López, era el foco principal de los conflictos internos y externos, y a la vez lo más atractivo del estelar. Hoy, después de críticas de prensa, discusiones de directorio y salidas de ejecutivos, su rol es menor pero el tipo de contenidos que ataca, más diverso, y su aporte al debate público, mayor.
El equipo de producción y periodístico, que prepara los libretos, ya no solo se centra en los episodios polémicos de quienes llegan hasta ahí. También se nota un esfuerzo por descubrir pequeñas historias personales, ese tipo de relatos íntimos que revela más de una persona que un error.
El manejo de los tiempos televisivos del equipo liderado por Alexis Zamora es casi impecable, y hace honor al nombre del espacio con una sola excepción: cuando algún invitado quiere desmarcarse de la estructura y hacerse notar más allá de lo que el formato necesita. Katherine Orellana bailando a horcajadas sobre Cárcamo o Pablo Ruiz besándolo son escenas que nadie excepto ellos mismos parecen disfrutar en realidad; de hecho, la expresión del animador suele ser una mueca de incómoda sumisión.
Si a “Vértigo” le ha costado tanto llegar a ocupar el liderazgo no solo de los jueves sino de todos los estelares de hoy de la TV, si la dupla Bolocco-Cárcamo ha tenido que sufrir en carne propia lo que es ser objeto de condena y si Yerko Puchento ha tenido que perder relevancia para ganar contundencia, este espacio bien se ha ganado el derecho de ser un poco más selectivo a la hora de invitar o, ser menos complaciente a la hora de controlar los excesos que una transmisión en vivo puede tener.
La preguntas del pueblo, votaciones en tecleras en el estudio, tuiteos o llamados telefónicos no pueden ser el único mecanismo de control evidente que opere en el set. Con el liderazgo ganado y la competencia a sus pies, “Vértigo” está en la hora de la verdad, esa en que se puede ser realmente un aporte, decidiendo qué tipo de televisión ayuda a construir.