Sampaoli dice que uno de los cambios fundamentales que experimentaron los jugadores para incrementar su rendimiento en las eliminatorias fue "tomar conciencia de la necesidad país" de ir al Mundial. Podría interpretarse a partir de sus palabras que la herramienta básica de la doctrina del seleccionador ha sido el reseteo psicológico de sus dirigidos, que por cierto son casi los mismos que tuvo su defenestrado antecesor, y motivarlos lo suficiente como para que se sientan cumpliendo una misión histórica.
El otro factor que menciona el entrenador para explicar el cambio virtuoso es un poco más circunstancial: "Nosotros solo llegamos en el momento justo". Dentro y fuera de la cancha, Sampaoli ha sido capaz de transmitir una urgencia en todos los ámbitos. La indesmentible evolución futbolística de la selección desde que echaron a Borghi ha estado acompañada de un soporte de compromiso mental y efervescencia física, cuya marca ya había registrado el seleccionador en el mejor momento de la Universidad de Chile campeona sudamericana. El modelo, hasta ahora, se ha optimizado porque sus ejecutantes se desempeñan en la alta competencia internacional y porque, en su hábitat actual, están obligados a responder con una exigencia que nunca tuvieron en los clubes chilenos.
La obsesión del entrenador por alcanzar el máximo rendimiento es plausible. Sampaoli no es ni por cerca un conformista ni tampoco un insensato social. Suele moverse por la políticamente correcta senda del respeto al rival y la adaptación a un entorno que puede ser monstruosamente cruel en la desgracia; pero en su discurso, o por lo menos el del martes pasado, asoma un rasgo mesiánico no perceptible anteriormente y que en un escenario clasificatorio puede derivar en un exitismo desbordante.
Que Chile juegue en el Mundial es un tremendo logro, no "una necesidad país". La pretensión de Sampaoli de que así sea es atendible desde su urgencia y pasión, aunque peligroso como relato de quien encabeza un proceso. Es cierto que el entrenador no tiene que hablar como si fuera un estadista ni a sus declaraciones darles una importancia superior, pero tratándose de alguien que tiene tantos y fieles seguidores, debería ser el más interesado en dimensionar los objetivos y fijar cierto contexto a su profesión.
Clasificar a Brasil 2014 generará orgullo y una serie de beneficios de todo tipo. Originará un transitorio estado de satisfacción sobre todo en un sector que no vive precisamente en el paraíso. Sin embargo, nuestra historia ya nos ha demostrado que son en estos períodos de exacerbado cariño nacionalista cuando los mensajes deben ser claros y extraordinariamente aterrizados, justamente para protegerse del fanatismo irreflexivo. Ese que alguna vez nos ha hecho suponer que éramos los mejores cuando en realidad...