Tradicionalmente, la jornada inicial de ENADE estaba reservada para un invitado de Wall Street, que ponía al día a los empresarios locales sobre las últimas tendencias del capitalismo mundial. Este año, en cambio, no habrá ningún orador internacional, y, lo que es más relevante, la sesión matinal tendrá como invitados principales a los presidentes de la CUT y de la CPC, quienes abordarán el tema del diálogo social: “¿Cómo se logra desarrollar un camino propio de acercamiento y conversaciones para mejorar la productividad en beneficio de todos?”. Una señal oportuna para el contexto económico y político que vive el país.
En la medida en que el súper ciclo de los commodities comienza gradualmente a declinar en su intensidad, el crecimiento dependerá más críticamente de los aumentos de productividad en todas las actividades que se realizan en el país. En este contexto, los desafíos “directos” para sostener el dinamismo de la economía en los próximos años están razonablemente identificados: inversión en energía, mejorar las habilidades de la fuerza de trabajo, modernización del Estado, destrabar las inversiones, expandir la infraestructura y fomentar la innovación.
Sin embargo, todos estos temas tienen un denominador común: dependen de una variedad de actores que se deben movilizar en torno a objetivos compartidos. Por esta razón, el desafío “indirecto” de la competitividad está en la capacidad de colaborar que se construye en la sociedad. Cuando dicha capacidad es baja, los recursos productivos se orientan a actividades rutinarias, los mercados tienden hacia una regulación excesiva y los inversionistas rehúyen el riesgo.
Numerosos ejemplos muestran que ante la pérdida del impulso competitivo, la reacción de los actores locales es reunirse y generar una plataforma de colaboración. Un reciente reporte de McKinsey destaca la experiencia del “Proyecto Itasca”, iniciativa que en el año 2000 convocó a las universidades y a los sectores público y privado de Minneapolis y Saint Paul, en EE.UU., para enfrentar desafíos específicos que apoyaran la economía de dichas ciudades. Asimismo, el “Movimiento Brasil Competitivo”, creado en 2001 como una iniciativa privada, implicó un esfuerzo para mejorar la competitividad y elevar el estándar de vida de la población.
Chile tiene pocas experiencias de colaboración, fundamentalmente por la baja confianza que existe entre las personas y respecto de sus instituciones —sin ir más lejos, el peor indicador de los países de la OCDE—. Adicionalmente, el actual gobierno ha aplicado un enfoque vertical en las políticas públicas, dejando poco espacio para el diálogo y la coordinación con los actores sociales. Este es, probablemente, el mayor déficit que tiene el país para alcanzar el desarrollo, porque la colaboración y la confianza constituyen la base que permite resolver el resto de los obstáculos que debilitan la competitividad.
Para que la colaboración sea efectiva, debe observar varias condiciones. Primero, los actores deben estar conscientes de que los resultados se producirán sólo en el mediano plazo, cuando se logre una visión compartida y niveles de confianza adecuados.
Segundo, las interacciones sociales deben estar orientadas a coordinar la acción de los diversos actores. El diálogo social por sí mismo es insuficiente para producir un efecto en la competitividad si no se traduce en iniciativas y en reformas concretas.
Tercero, la colaboración y el diálogo son prácticas que deben institucionalizarse, tanto en el sector privado como en el Estado. La tendencia de los gremios a mirar sólo el entorno inmediato de sus intereses, y del Estado a funcionar en silos, impide la colaboración productiva.
Cuarto, la calidad de la información y del análisis que se utiliza en los procesos de deliberación es fundamental para producir los resultados esperados. Estos procesos no son un intercambio de puntos de vista, sino de indagación de soluciones concretas a los desafíos de la sociedad.
En síntesis, el desafío del “Chile de todos” se debe entender como el anhelo de alcanzar el desarrollo en una sociedad más integrada y, al mismo tiempo, como el proceso de colaboración que nos permita construir el camino entre todos.