Los ricos talentos figurativos del pintor Salvador Amenábar -Galería AMS Marlborough- aparecen ahora dispersados en cuadros que ostentan méritos distintos. Así, algunos miran a su pasado inmediato: de hace cinco años atrás, la reelaboración de su cellista ; recién de ayer, dos verticales mujeres de espaldas: la con abrigo -¡qué solidez de construcción plana!-, la provista de un original acorde cromático. Pero otros cuadros plantean novedades y tienen su feliz fundamento en el realismo directo del personaje central siempre femenino, enmarcado por escenarios de interior, cuya factura emerge más esquemática y casi esbozada. Constituyen estos el meollo de la exposición. En primer lugar la integra la hermosa serie de cinco óleos -N° 4 al 8- con la modelo vestida, tendida sobre un sofá y en actitudes similares; concluye la secuencia -¿efecto del montaje, acaso?- un rincón de taller sin presencia humana, pero que le calza admirablemente. Se suma al modo de representar anterior la escena de cocina con perro y un par de mujeres, dotadas de indudable carga psicológica. Otros tres buenos momentos ostentan el autorretrato -la presencia huidiza del artista junto a una eficaz naturaleza muerta y el verismo decidido, tanto del entorno como el de la protagonista sin ropas, en los N° 21 y el lindo N° 23-. El óleo N° 1, en cambio, deja ver cierta dureza formal y el predominio de la individualidad sobre los atributos plásticos.
Respecto a los desnudos, descolla el poderío lineal en una monocroma joven tendida de espaldas -N° 32-, capaz de situarse cercana a Degas. En los demás trabajos de esta clase, salvo aquel en el cual la corporeidad femenina se disuelve en la luz o el de la playera desnudez infantil, se echa demasiado de menos el color, atributo capital y genuino de Amenábar. La misma insuficiencia se observa a través de sus mujeres vestidas de coloración mínima y elaboración próxima al dibujo. Por último, cuatro curiosas pinturas añaden la colaboración pictórica del pequeño hijo del expositor que, aunque se aproximan a la ilustración de libro infantil, no dejan de poseer encanto visual.
Bru, Errázuriz e IberoamericanosLa presencia tangible de la muerte mora, en general, en la producción más reciente de Roser Bru. Y se instala a través del pigmento negro, de una calavera y de la propia palabra escrita. Hallamos en Galería D21, pues, junto a varios de sus personajes de siempre, una factura lógicamente debilitada por el paso de las décadas. Si dentro de los simples dibujos sin color se mantienen los baluartes más firmes -Rimbaud, Woolf y Vallejo, por ejemplo-, entre las pinturas emerge cierto afán notable de renovación. Funciona este con mayor acierto por intermedio del tema de las mesas y la frescura de su imaginería y color.
Quizá los "acopios" de diferentes restos de madera -tablas, tablones, astillas- pintados por Amelia Errázuriz tienen que ver con las inquietudes de nuestra corteza terrestre. En todo caso, sus protagonistas resultan residuos de una destrucción arquitectónica y mobiliaria, que la autora ordena, compone como paisajes inertes, con buen pulso y geométrica mirada abstracta. Predomina aquí un colorido neutro y al mismo tiempo luminoso, gracias a toques de cromatismo contrastante. Asimismo se nota, ocasionalmente, un deseo de ampliar las planicies físicas del cuadro y su formato rectangular, introduciendo en él collages parciales con virutas o sobreponiendo madera real, o introduciendo una escalera que divide el lienzo, o por medio de un soporte desacostumbrado. Lo que nos convence menos son los desechos multicolores, cuyo entorno está constituido por la propia tela pintada; es que no armonizan del todo uno y otro elemento. Sí acierta la pintora con los referentes fotográficos dispuestos en cajas de luz y sobre muy adecuados caballetes rústicos.
Una pequeña miscelánea de artistas iberoamericanos, perteneciente a la ecuatoriana Fundación Guayasamín, presenta Galería La Sala. Brillan algunas obras dentro de un conjunto donde no se precisan fechas de ejecución. Desde luego cuenta con dos pinturas del cubano José Bedia: "Madre que no se puede más", dentro de la nueva figuración y plena de humor e individualidad creativa; "Invocación", de un vigor abstracto extraordinario. También hallamos la belleza y la movilidad formales en la caja y los reflejos en blanco y negro del mendocino LeParc. Recordemos, asimismo, los grabados de los españoles Canogar y Guinovart, y del cubano Lam. El chileno Jorge Tacla, por su parte, concurre con un cuadro antiguo, donde la figura humana de un negro descompone con dramática ironía su propia corporeidad.
"Salvador Amenábar, desnudos y escenas de taller"El refinamiento colórico en las pinturas del joven artista porteño
Fecha: hasta el 10 de octubre
Lugar: Galería AMS Marlborough
"Roser Bru, obras recientes"Dibujos y pinturas, donde las mesas se llevan la mejor parte
Lugar: Galería D21
Fecha: hasta el 3 de octubre
"Acopios"Pinturas de Amelia Errázuriz, cuyos paisajes están constituidos por aglomeraciones de maderas sobrevivientes
Lugar: Galería de la Universidad de Talca, sede Santiago
Fecha: hasta comienzos de octubre
"Originales de artistas iberoamericanos"Misceláneo conjunto, donde sobresalen el cubano Bedia, el argentino LeParc, el chileno Tacla
Lugar: Galería La Sala
Fecha: hasta el 23 de septiembre