La comedia no ha estado fuerte este año, o al menos no la norteamericana. Las sonrisas han venido más por la selección del resto del mundo, como la italiana "Habemus papam", o las chilenas "Gloria" y "Las cosas son como son" -aunque confieso que no vi "Barrio universitario"-. Es cierto que se estrenó hace poco "Antes de medianoche", pero la bella serie de películas de Richard Linklater no califica estrictamente como comedia. O no como del tipo disparatado, insolente, corrosivo y lúcido, esa comedia que molesta a los espíritus elegantes por su descaro y que ha mostrado tanta vitalidad en Estados Unidos en los últimos años, al punto de convertirse prácticamente en lo mejor que sale de su industria. Desde la delirante "Ted" -esa cinta sobre un oso de peluche con personalidad propia y debilidad por la marihuana y las putas-, estrenada hace un año, uno sólo puede recordar "Eternamente comprometidos", de Nicholas Stoller, sobre una pareja que posterga tanto su boda, que comienza a dudar si de verdad se quiere tanto, y "Bienvenido a los 40", del siempre interesante Judd Apatow, sobre una pareja que lleva tanto tiempo casada, que no recuerda por qué alguna vez se quiso. Qué será. En los enredos, desgracias y emociones de la pareja se ha jugado buena parte de la comedia norteamericana.
Por el tono, por sus actores, por la premisa, "¿Quién *&$%! son los Millers?" prometía subirse dignamente a esta tradición de comedia disparatada. La cinta relata la historia de David (Jason Sudeikis), un microtraficante, soltero, medio vago y aparentemente satisfecho de su vida, que al verse endeudado con su proveedor, debe comprometerse a traer un cargamento de marihuana desde México. Para aumentar sus posibilidades de éxito decide simular una familia bonachona, para lo cual sube a su expedición a Rose, una striptisera (Jennifer Aniston), y a dos adolescentes algo botados de su barrio. No se necesita mucha imaginación para adivinar que esta familia impostada y disfuncional terminará por convertirse en algo parecido a una familia verdadera, una suerte de refugio para estos seres "descarriados". Sin embargo, David es un egoísta que nunca ha sentido por Rose más que atracción física y por los adolescentes sólo una mínima compasión. De Rose no sabemos casi nada, salvo que sabe mentir extraordinariamente bien y que no quiere acostarse con sus clientes. Los adolescentes tienen algo más de necesidades afectivas, pero -aunque el virgen que retrata Will Poulter está muy cerca de robarse la película- sus roles permanecen secundarios. Con este material, muy pobre, la cinta trata de encadenar una peripecia con muchísimo esfuerzo, con giros de guión fáciles y torpes, que podrían admitirse en una comedia siempre y cuando se mantuvieran relativamente fiel a la naturaleza de los personajes o a un desmadre general creado por el frenesí de la narración, que tampoco está. En el fondo, la cinta no sólo apunta a una idea conservadora respecto a la familia -más que los afectos, porque en la cinta nadie en realidad aprende a quererse-, según la cual ella es el puerto de entrada a la auténtica felicidad, además lo hace a través de mecanismos también muy conservadores, donde se sigue un esquema rígido, sin encanto, vuelo ni atención a los personajes, pero sí a las necesidades de la historia, a la exigencia de lograr que los personajes comiencen en A y terminen sonriendo en B. Que entremedio se cuelen algunos buenos chistes se agradece, pero no son los suficientes para borrar el gusto a plástico que deja en la boca.
¿QUIÉN *&$%! SON LOS MILLERS?Dirección: Rawson Marshall Thurber.
País: Estados Unidos, 2013.
Duración: 110 minutos.