Colo Colo ha dilapidado una buena dosis de prestigio institucional estos últimos años. El temor futbolístico que infundía hoy es apenas una consideración, porque en el actual respeto al club hay mucho de pena y algo de solidaridad con el compañero en desgracia. La capacidad de asombro ante la sistemática declinación del equipo se perdió hace varios meses. Y ahora último la realidad supera la ficción del más pesimista de los hinchas (basta remitirse a los cinco minutos finales del partido ante San Luis para comprobarlo). El club ingresó a un período oscuro de su historia y casi sin darse cuenta cómo, los jugadores, el técnico, los dirigentes y hasta los hinchas destilan una resignación que proyecta un futuro donde lo que venga puede ser peor.
El costo ha sido alto, no solo en lo material. La merma deportiva toca lo más profundo de la institución, el vínculo emocional del colocolino con el equipo, su compromiso afectivo con la camiseta. (¡¿Cuánto tiempo que no se escucha "el eterno campeón" exclamado con convicción...?!) Una encuesta de radio Cooperativa-Imaginacción entregó cifras impensadas a fines de la década pasada, cuando Colo Colo celebró su último título: la popularidad del club disminuyó de 53 a 41 por ciento entre 2010 y este año. El rasgo descendente exhibido en 2011 (marcó 43%) se confirmó en 2013. Y si bien la baja no fue tan pronunciada, la tendencia es una caída sostenida, contraria al alza de Universidad de Chile, que pasó de 23 a 29 por ciento en tres años. Si bien el sondeo no mide la tasa de renovación de hinchas colocolinos, es posible que durante esta década sea la más baja del siglo, si es que no es negativa (el porcentaje que no respondió fue de un 12 por ciento).
Es evidente que los atributos que hicieron de Colo Colo una marca casi irresistible a la cual ligarse emotivamente han ido desapareciendo bajo la nueva administración. Salvo que esa condición les acomode, cuesta creer que para los actuales accionistas la popularidad sea más un lastre que una distinción. Por eso que, en el torrentoso caudal por el que navega Colo Colo, es realmente perturbador que la concesionaria Blanco y Negro no dé señales de que hay temas tan o más inquietantes que el rendimiento futbolístico del equipo, como si este fuera el único problema, o como si su solución fuera un efecto desencadenante para salvar todos los otros conflictos.
La reciente inscripción de socios (utilitaria, concertada, oportunista, manipulada, como usted quiera) es una expresión muy potente como para interpretar que solo busca sumar otra cuota mínima de poder al interior de la concesionaria. Hay fenómenos sociales muy cercanos en Chile que explican las sinergias movilizadoras a las que debieran poner atención en ByN. Así como la deficiente educación no se arregla solo con gratuidad, el regreso de los triunfos del equipo no reparará el daño al espíritu del colocolino y a las raíces del club. Conceptos como participación, representatividad, autoridad y legitimidad ilustran en parte el creciente desapego de los hinchas y el nulo atractivo que está generando hacerse de Colo Colo. Y aunque los accionistas puedan probar estadísticamente que seguirán siendo el equipo más popular en un futuro inmediato, también tendrán que conceder que dejaron de ser la histórica e imbatible mitad más uno para transformarse en la mitad menos muchos.