Lo único positivo de la indigna -e indignante- crisis de Colo Colo es que de la selección nacional se ha informado lo justo y necesario. Chile ha quedado en un segundo plano, pese a que su ubicación está al borde de lo inmejorable si derrota a Venezuela, en consideración a los sobresaltos que ha tenido en este proceso clasificatorio.
Independiente de la coyuntura colocolina, es en este escenario descomprimido donde se puede valorar -o cuestionar- la filosofía de Sampaoli. Es un hecho que el cuidado hermetismo del seleccionador alienta la ausencia de debate (a diferencia del penoso anuncio de silencio de su colega Gustavo Benítez). El entrenador ha seguido un protocolo de razonable y puntual contacto con el mundo externo, y su fórmula ha operado para el funcionamiento tanto fuera de la cancha como dentro de ella. Sin llegar a los extremos odiosos de Bielsa, el actual técnico nacional comparte su doctrina de contención cuando debe referirse al rendimiento de algún jugador en específico, no así si se trata de análisis global. La polémica sobre si debe jugar uno u otro termina, invariablemente, en la decisión del seleccionador y no hay mayor espacio para la discusión.
La dinámica comunicacional de Sampaoli es un ejemplo de literatura. Como hasta el momento ha acertado la mayoría de las veces, la tranquilidad se cierne sobre un plantel. La libertad controlada de los jugadores ha hecho que los tonos disonantes se extingan y que ni en los intersticios más estrechos se cuele algo impropio. Poco o nada se filtra de lo que sucede durante las concentraciones o camarines. Lo que se logra saber es lo que el celo informativo del técnico desea que traspase. El resto de lo que aparece suelen ser especulaciones que al no tener cómo confirmarse, se desvanecen.
Esta es una selección políticamente correcta. Preocupantemente correcta. Nadie se desbanda, ninguno se sale de madre, todos asienten y trabajan como entes productivos. La eficiencia del modelo Sampaoli tiene coadyuvantes: los favorables resultados. Frente a ellos, el público, la prensa y los propios actores hacen las correspondientes concesiones al espíritu crítico que en otras circunstancias nos ha inundado hasta ahogarnos. Y así estamos... La doctrina del seleccionador se impuso casi sin resistencias tras un período de oscuridad y todo parece marchar al logro del objetivo: Brasil 2014.
Sampaoli nos tiene convencidos y nos hemos dejado llevar sin presentar oposición. ¿Será por los resultados? ¿Será por lo exhibido en cancha? ¿Será por la sensación de disciplina? ¿Será por la convicción en el trabajo? Lo que sea, da gusto. Y doblemente, cuando se hace sin que haya mucho ruido ambiente. Aunque sea el dolor del pueblo colocolino el causante.