La mejor noticia de ayer fue la confirmación de que el próximo amistoso es contra España. Una selección de nivel ultracompetitivo.
Está bien, hacer seis goles nunca es una sobra para cualquier equipo chileno, más aún si se convierten en el extranjero y si el rival es una selección nacional. Pero apliquemos sensatez: la goleada a Irak no va a pasar como el triunfo histórico de una selección chilena en el extranjero. Quedará para los estadísticos que no tienen memoria futbolística fina, para el recuento ganador de Sampaoli, para ver los goles repetidos por la televisión hasta que nos convenzamos de que somos buenos y que Alexis está con rendimiento superlativo... O que la defensa iraquí era algo distraída, para ocupar un término diplomático que sustituye a otro más real: espantosa.
Que la mini gira sirvió, claro. Para ratificar que Sampaoli está obsesionado con probar a Valdivia, aunque el volante no sea capaz de soportar una secuencia de prácticas de alta intensidad, lo que confirma que en el Palmeiras su tratamiento físico es diferenciado del resto. También fue útil para reafirmar que al llevar a Dinamarca a Johnny Herrera o a Junior Fernandes el criterio del seleccionador tiende más al conocimiento y la confianza adquiridos en el pasado que al momento futbolístico que puedan estar viviendo algunos competidores o aspirantes, como Toselli o Pato Rubio. Y en ese contexto, es dable pensar que difícilmente en la selección tengan cabida nuevos jugadores, y que si Chile clasifica para Brasil 2014, lo más probable es que el plantel mundialista no tenga más variaciones del contingente actual, salvo las causadas por una lesión de gravedad.
Sigue siendo un misterio qué rol cumplirá David Pizarro en el esquema. Hasta ahora, sus ingresos ante Bolivia e Irak no han sido para exigirlo. Da la impresión, incluso, de que se le ha cuidado para no exponerlo a un traspié, en consideración a su compleja reincorporación. Su presencia es un símbolo de los nuevos tiempos que busca Sampaoli en el camarín: disciplina, compromiso, cordura, seriedad. Eso lo transmite Pizarro, incluso con sus silencios. Lo que falta completar es si la relevancia que tiene fuera del campo cuajará con la que tenga adentro. De ser así, será un titular indiscutido, a costa de suplir a cualquiera del mediocampo.
Y la otra gran incógnita, que la inoperancia defensiva de Irak no ayuda a dilucidar, es la del centroatacante. Suazo está fuera por decisión propia; a Pinilla las lesiones no lo dejan ni siquiera tener continuidad en Italia; Paredes ha jugado por emergencia y esta vez su nombre pasó de largo. Henríquez es un gran proyecto que necesita probar primero su capacidad en la Premier League, antes que acreditarla en la selección. Falta examinar a Castillo, acaso con el mayor potencial futbolístico que todos los anteriores, pero aún con asignaturas conductuales en cancha que aprobar. Tal vez sea en el próximo amistoso ante España su oportunidad. Porque después de Irak, queda claro que ante Venezuela no hay mucho que tocar, salvo el exceso de confianza.