Dentro del ciclo "Vientos y percusión" del Instituto de Música de la Universidad Católica, que se desarrolla este mes en el GAM, la flautista Karina Fischer y el percusionista Gerardo Salazar ofrecieron, el jueves pasado, un muy interesante y bien estudiado programa: siete obras compuestas en las últimas tres décadas que exploran hasta el máximo las posibilidades de los instrumentos y ofrecen auténticos hallazgos expresivos. Comenzaron con la casi pastoril "Hyxos" (1955), para flauta en sol, campana y dos gongs, de Giacinto Scelsi (1905-1988). Como en otras piezas del italiano, se adivina la improvisación como fuente creativa para una música que satisface buenamente. Luego, "Vertical Song" I (1995) para flauta sola, del japonés Toshio Hosokawa (1955) en la que Fischer se sometió con oficio a las muchas exigencias de esta partitura que se empeña en lograr un sonido no convencional.
Siguió "Derogar el azar" del chileno Cristian Morales-Ossio (1967), con Salazar en tres grupos de percusión separados y el mismo compositor en el manejo electrónico del sonido, para producir una obra llena de sugerencias tímbricas y espaciales. De González-Ossio también se escuchó "Relief V", que investiga sonoridades inopinadas en la flauta, incluida la manipulación electrónica.
El programa se completó con "Ritornelo" (1997-2000) del brasileño Silvio Ferraz (1959), una pieza coqueta en cuya parte central la percusión coincide en ritmo y, hasta donde puede, en altura con el discurso puntillista de flauta; Fischer y Salazar estuvieron aquí precisos, estimulantes, muy musicales; "Convergence I" (1975) para marimba, del francés nacido en Japón Yoshihisa Taïra (1937-2005), que atrapa desde el comienzo y que parece estructurada en una sola serie repetida y transmutada, que se alterna con acordes tajantes y se anima con las interjecciones parecidas a la de un karateca que emite el solista; Salazar, sólido.
Y, por último, "An Idyl for the Misbegotten" (1985) del estadounidense George Crumb (1929), quien escribe en la partitura que ésta debería escucharse ideal (pero no muy prácticamente) "de lejos, sobre un lago, en una noche de luna llena en agosto". Aunque la aspiración puede parecer algo kitsch , se entiende su sentido: la flauta canta solitaria rodeada por tres portentosas percusiones que ponen un redoble continuo e interrumpen -¿o acompañan?- con ráfagas que parecen truenos y sus ecos. Ficher y Salazar -con Felipe Leiva y Joaquín López- lograron un potentísimo final con esta música que busca una evocación primitivista, pero que lo hace, como demostraron los intérpretes, notables, de la manera más fina y equilibrada. En el contexto del programa, casi como escuchar a Mozart.