Están por cumplirse tres años desde el anuncio de venta del 67% de propiedad de la tradicional red televisiva de la Universidad Católica a Andrónico Luksic. Están por conmemorarse tres años desde que se dio un término simbólico al modelo televisivo universitario y estatal que definió las primeras décadas de este medio de comunicación. Pero también están por celebrarse tres años desde que muchos televidentes dejaron de mentirse sobre quiénes tienen el poder de decidir los contenidos que ellos quieren ver.
Los canales televisivos surgidos a fines de los años 50, con claras misiones educativas, evangelizadoras o representativas, habían claudicado hacía rato en su empeño y, movidos solo por el imperio de las normas legales o institucionales -según el caso-, observaban un esforzado apego a contenidos que tenían poco que ver con lo que el mercado -el rating y los avisadores- demandaba cada vez más. Canal 13, en particular, zozobraba regularmente en el equilibrio entre mandato de su controlador (la PUC) y el requerimiento de la población. Por eso, tras acumular US$ 55 millones de deuda y poner en riesgo la quiebra de la propia universidad, hubo que ceder el 67% de la propiedad y el control editorial.
Hoy, Canal 13 es una bestia de la industria televisiva. Si hace tres años el canal se valorizó en poco más de US$ 80 millones a la hora de la venta, ahora, cuando se prepara para entrar a transarse a la bolsa, su precio rondaría los US$ 250 millones. Es una estación televisiva que se revalorizó, que por estos días marca ratings diarios promedio cercanos a los 10 puntos -una marca propia de los años 90, antes de la arremetida del cable- y que cuenta entre sus rostros a los más requeridos por cuanta firma comercial hay -llegando incluso a amenazar sus marcas propias, como el actual enfrentamiento entre el yogur de Diana Bolocco y "Contacto"-.
Podría decirse que es un medio que prefirió tener una ley clara -la del mercado- antes que un dios. Pero, lo cierto respecto de la segunda parte de esa afirmación, es que éste se alejó realmente de la pantalla mucho antes de la venta del canal.
El distanciamiento no tuvo que ver con la migración de los comentarios religiosos a la hora del trasnoche ni con la salida de un sacerdote en particular. Tampoco estuvo relacionado con la explotación de géneros cuestionados, como los reality show . Más específicamente, tuvo que ver con las culpas internas que cada una de las decisiones anteriores generó. Hombres de iglesia, hombres de universidad y hombres de televisión, difícilmente lograron conciliar sus expectativas, y el final de la disputa fue el que se conoció.
El inicio de esta semana, sin embargo, fue uno que les habría dado por celebrar a todos por igual. Las jornadas de la juventud celebradas en Brasil, con el Papa Francisco como rostro principal, coparon los espacios informativos desde su franja inicial -en este y todo otro canal- y le dieron a la misa dominical sobre 5 puntos de rating , algo así como 400 mil fieles en una parroquia virtual. La Iglesia volvió a brillar en Canal 13 con la fuerza de los años 80, casi como en las jornadas de la visita papal.