¿Ha hecho mérito deportivo Jorge Valdivia para volver a la selección? Ninguno. Volvió a jugar hace unas semanas después de varios meses de recuperación física. Ha tenido un rendimiento ascendente, según dicen en Brasil, pero sin llegar a brillar como alguna vez lo hizo. Tampoco hay que perderse con el contexto: Palmeiras juega en la segunda división frente a rivales de mediano linaje, y Valdivia justifica su presencia en la cancha porque es uno de los pocos grandes precios que le quedan al club paulista y porque mantiene un sueldo de jugador de categoría mundial. Sentarlo en la banca es un autogol a la tesorería de un club con serios apremios financieros y cerrar la opción de un traspaso.
¿Qué ha hecho desde que lo castigaron por llegar tarde y en extrañas circunstancias a una concentración de la selección? Lo mismo que hace en la cancha: tener un comportamiento zigzagueante. Inmediatamente después de aquel accidentado bautizo fue desaprensivo con el juicio público e indiferente ante las críticas de sus compañeros. Luego deambuló por el silencio cómplice y la victimización de un medio que según él no lo comprendía; posteriormente su evolución lo mostró afligido por la sanción, y en los estertores de su condena, se declaró arrepentido por su proceder. Así, por obra y gracia del tiempo, Valdivia aparece como un tipo rehabilitado, disponible para una nueva oportunidad.
Jorge Sampaoli se la va a dar. Lo convocó para el partido amistoso contra Irak. A priori, ha privilegiado el pragmatismo por sobre otras consideraciones. Humanas, disciplinarias, históricas, incluso físicas. A Valdivia lo va a someter a un ambiente de rigor del que ya todos sabemos no le acomoda, lo va a integrar a un grupo que lo conoce, pero que no necesariamente lo acepta y, teóricamente, lo va a utilizar en una función de centrodelantero retrasado a la que no parece adaptarse. Si el análisis de todas esas variables condiciona un balance negativo, no se me ocurren muchas que emparejen la ecuación.
Los rasgos de amoralidad en la conducta de Valdivia lo convierten en un sujeto impredecible. Para quienes lo admiran -en todas sus facetas-, es un sujeto único, talentoso, genial. Por eso le pueden perdonar casi todo: con él la memoria es más frágil y el peso de sus errores, muy liviano. Pero la naturaleza de Valdivia lo convierte en un ser no confiable dentro y fuera de la cancha. Sampaoli, quien se ha distinguido por ser un seleccionador estudioso de todos los aspectos, está corriendo un riesgo que no se justifica a la luz de la estabilidad actual y posicionamiento de la selección. Y si la recuperación de David Pizarro fue una potente señal de credibilidad interna y externa, la nominación de Valdivia es un signo de incalculable pérdida. Por mucho que la apuesta sea atractiva, se está comprando un problema sin que la rentabilidad esté mínimamente asegurada.