Desde que tengo una cuenta de Gmail, hace ya varios años, he sabido que "alguien" desde el ciberespacio puede estar leyendo todos mis mensajes, los inocentes y los otros. No sé a quién podría ocurrírsele que nuestros correos electrónicos (incluidos los del trabajo) están a salvo de las miradas de intrusos, hackers internacionales o funcionarios que vigilan los intercambios entre personas más o menos peligrosas.
Al final, todos podríamos ser sospechosos de algo: de no pagar todos los impuestos, tramar alguna triquiñuela comercial o ser parte de una conspiración terrorista. Entonces, ¿por qué tanto escándalo cuando nos enteramos de que Estados Unidos espía indiscriminadamente a sus ciudadanos y a los de otros países? ¿Por qué tanta sorpresa de que los gobiernos, incluso los aliados, se espían entre ellos? Después de todo, la diplomacia ha tenido siempre ese propósito, recopilar información, solo que ahora se usan medios tecnológicamente más sofisticados. Edward Snowden, el hacker estadounidense que desató la última psicosis por un "Gran Hermano" operando en las sombras, tenía estatus diplomático cuando trabajaba para la CIA en Ginebra, espiando a los europeos.
Que no se entienda mal: yo defiendo resueltamente el derecho a la privacidad, pero soy realista. Y, desde que EE.UU. fue atacado por una red terrorista que se comunicaba por la web, nadie que use un e-mail puede pensar que está protegido de la mirada ajena. Las leyes estadounidenses, además, permiten al gobierno exigir a empresas como Google, Microsoft o Yahoo! dar acceso a sus servidores, sin demasiadas consideraciones por la vida privada de sus usuarios. Entonces, no hay más que tener cuidado con lo que escribimos. O inventamos un idioma secreto, claves difíciles de descifrar o, simplemente, evitamos mandar un mensaje con "información clasificada" vía internet. Así de fácil.
Ahora, otra consideración merece la filtración de informaciones que afectó a EE.UU., hecha por un contratista privado con acceso a los máximos secretos de inteligencia. Un tipo que pone en riesgo la seguridad de miles de personas, y que amenaza con seguir filtrando otros datos tanto o más sensibles, es un peligro no solo para los gobiernos a los que ha dejado en evidencia, sino para todos quienes confían en que los servicios de inteligencia pueden hacer una diferencia entre ganar o perder la lucha contra el terrorismo y la delincuencia organizada (mafias, traficantes de drogas o de personas, y redes de pedofilia).
Snowden dijo que filtró la información para develar el enorme alcance de la vigilancia y del espionaje estadounidenses. A mí me parece que ese objetivo, que puede alcanzarse por otros medios, no justifica poner en riesgo la seguridad de tantos. Mi opinión es que estos hackers , e incluyo a Julian Assange, de WikiLeaks, tienen algo de megalómanos y narcisistas, y buscan reconocimiento y poder sin medir daños.