Un atractivo programa ofreció el viernes la Orquesta Sinfónica de Chile conducida por Juan Pablo Izquierdo. Austeras obras de Britten y Stravinsky fueron flanqueadas por dos portentos de orquestación: "La Valse" y el "Bolero", ambas de Ravel.
El sentido de "La Valse" (1920) desató variadas interpretaciones: danza macabra, grotesca parodia; nacimiento, auge y caída del vals como símbolo de un imperio en ruinas. Ante ello, Ravel aclaró que simplemente había creado un "poema coreográfico para orquesta", fascinado por el ritmo del vals, donde se demostraran las posibilidades de transformación de esa danza, más allá de elucubraciones. Pasando del gorgoteo oscuro del inicio hasta la entrada deliberadamente postergada de los violines, la obra avanza en un torbellino de ritmo y color que fue magistralmente plasmado por Izquierdo hasta la irresistible apoteosis final.
La Serenata para tenor, corno y cuerdas (1943), de Britten, es un ejemplo de su tratamiento de la voz y el refinamiento de su escritura para las cuerdas. Con poemas de Tennyson, Blake, Jonson y Keats construye un ciclo de canciones donde los solistas funden su entrega en un halo de sutiles sonoridades de las cuerdas. Difícil encontrar en nuestro medio un tenor más apropiado para esta obra que Rodrigo del Pozo, aunque su versión estuvo algo distante de la pasión que late en los poemas; aun así, hubo momentos memorables, como la interpretación de "O rose, thou art sick". El joven cornista Matías Piñeira ejecutó su temible parte con inmejorable técnica y musicalidad y su Epílogo off stage fue emocionante.
La Misa para coro y vientos (1948), de Igor Stravinsky, no se oía en Chile desde comienzos de los 90, cuando fue interpretada por el Coro de Cámara de la UC, bajo la dirección de Ricardo Kistler. La Misa no escudriña los afectos de los textos sacros, con excepción del brillo del Sanctus y el Osanna . Obra hierática y fascinante, contó con el protagonismo de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, excelentemente preparada por Juan Pablo Villarroel. El grupo exhibió cuidada articulación, dicción, y un económico uso del vibrato de acuerdo a las intenciones del compositor de alejarse de lo emocional para privilegiar la ritualidad.
El "Bolero", hipnótico e inexorable, es un tour de force para la orquesta y desafío para el director que debe controlar pulso y dinámica con mano de hierro. El logro conseguido provocó una de las mayores ovaciones que se han escuchado en el Teatro de la Universidad de Chile.