Muchas teorías han surgido para intentar explicar el gran triunfo de Bachelet el domingo pasado. Sus partidarios han dicho que ella encarna el real sentir de la población. Sus contrarios apelan a la mala memoria del chileno.
Los candidatos de la Alianza, en vez de proyectar un mensaje acorde al siglo XXI, terminaron enarbolando un discurso que está a la derecha de la derecha del mundo. Y ahora, frente a un posible mal escenario, se empiezan a cavar las trincheras. Y -lo que es peor- ya se comienza a oler la cocción de la vieja receta de la "campaña del terror" para anunciar que si sale Bachelet vendrán las siete plagas de Egipto.
Una campaña del terror sería inefectiva con Bachelet no sólo porque ella tiene como gran activo la credibilidad, sino porque ella es precisamente fruto de otra "campaña del terror", más sofisticada, creada por la izquierda: la tesis del "abuso", la "campaña del terror al mercado". Se ha instalado el mensaje de que todos están lucrando y abusando de nosotros, desde que nacemos hasta que jubilamos.
Es decir, la Concertación ha sido tremendamente exitosa en instalar una "campaña del terror 2.0" en contra del actual modelo. Esta campaña -basada en algunos hechos reales, pero completamente magnificados- hace que sólo exista una solución posible: alguien que dé confianza de que nos defenderá. Ella es, ni más ni menos, que Michelle Bachelet.
Sin embargo, frente a esta "salvación" surge un "terror real"-que hasta ahora nadie ha advertido y que puede ser nefasto-: la posibilidad de que se perpetúe en caso de llegar al poder.
En efecto, Bachelet ya se comprometió con una nueva Constitución. Al mismo tiempo, ha anunciado cambios profundos: reformas a la educación que al menos demorarán cuatro años, reforma tributaria que demorarán otros cuatro. Y todavía faltan las reformas laborales, las políticas y muchas otras.
La pregunta es cómo Bachelet alcanzará a hacer "tanto" en "tan poco tiempo".
La respuesta la encontramos en nuestros países vecinos...
En efecto, si revisamos lo que han sido todas las nuevas constituciones latinoamericanas -Perú 1993, Argentina 1994, Venezuela 1999, Ecuador 2008 y Bolivia 2009 (con la sola excepción de Colombia)-, al momento de promulgarse contemplaron la reelección del Presidente en ejercicio.
Qué hace pensar entonces que ante la "titánica labor" que debe emprender Bachelet para corregir todos los males (de uno de los modelos más exitosos del mundo), la "asamblea constituyente" o los parlamentarios de la Nueva Mayoría no estipulen su reelección. Y que ésta comience a regir inmediatamente, tal como ha ocurrido en todos los países hermanos.
De esta forma, el nuevo gobierno de Bachelet podría acceder a un nuevo período. El resultado sería 4+4. Y si la efervescencia es muy alta, y el modelo no está suficientemente corregido, no sería raro que algunos se entusiasmen enarbolando "por las buenas o por las malas" la receta de re-reelección, dado que el primer mandato corresponderá a la Constitución antigua.
¿Impresentable? Es precisamente lo que hizo Fujimori, lo que intentó hacer Menem y lo que hizo Evo Morales. Es decir, si hay cuerda suficiente, esto podría ser 4 (a partir de 2014) +4 (reelección) +4 (re-reelección). Si a ello se suma el mandato 2006-2010, el total hipotético de Bachelet es 4+4+4+4.
Bachelet, en su primer gobierno y en esta campaña, ha mostrado decencia política. Hoy parece improbable que ese sea su plan. Sin embargo, es conveniente que desde ya -ella misma- disipe el tema. La indefinición en esta materia daría un pie legítimo para un verdadero "terror" a su perpetuación en el poder. Y pese a que por lo que conocemos de Bachelet hoy nos parezca improbable, no debemos olvidar lo que dijo un destacado primer ministro inglés del siglo XIX: "El mundo está lleno de estadistas a quienes la democracia ha degradado".