Eric Packer (Robert Pattinson), un multimillonario de 28 años, aborda su limusina en Manhattan y se propone atravesar la ciudad con un solo objetivo: cortarse el pelo. Su guardia de seguridad le informa que hay riesgo en el camino, porque el Presidente está en la ciudad. Así comienza esta adaptación del cineasta David Cronenberg de la novela homónima de Don DeLillo, un texto difícil al que se atribuyó, en su momento, cierta cualidad anticipatoria del desastre financiero del 2008.
La limusina de Packer es una extensión de su oficina. Desde luego, está equipada con conexiones a todo el mundo, recibe instrucciones de una "central", ha sido blindada e insonorizada y cuenta con el equipamiento para acoger a toda clase de visitas, incluyendo un médico que examina a Packer todos los días, porque su obsesión con las finanzas solo se compara con la que tiene por la salud.
En este recorrido de un día, Packer recibe en el auto a varios asesores informáticos y financieros, algunos amigos e incluso dos amantes; a veces baja para encontrarse con su reciente esposa Elise (Sarah Gadon), una poetisa también millonaria. Sufre (¿o disfruta?) el tránsito lento de Manhattan, alterado por la visita del Presidente, el funeral de un rapero y los disturbios anticapitalistas que sacuden a la ciudad. Hay un problema: Packer ha estado especulando fuerte con el yuan y la moneda china no responde como espera. Sus modelos matemáticos no están funcionando. A medida que progresa la jornada, la fortuna de Packer se va despedazando.
Cronenberg filma con un formidable sentido de la extrañeza. Sus personajes no tienen mucho humor, hablan con epigramas a menudo oscuros y entran y salen de escena según un programa de apariencia enigmática, pero cuya progresión es estrictamente cerebral, como lo confirma la extensa secuencia final con un hombre (Paul Giamatti) que se siente inútil en un sistema "que no tiene sentido para mí". La claustrofobia que comunica Cosmopolis procede menos de sus espacios cerrados que de una angustia mucho más honda, con bordes tan imprecisos que, al menos por ahora, no podría ser expresada sino con una forma laberíntica, oscura y desconcertante.
La novela de DeLillo le ha permitido a Cronenberg conectarse con sus temas más recientes -el origen de la violencia, la política corporativa, las matrices del pasado sobre el presente-, pero también con esos temas más extraños -la vinculación entre la tecnología y el cuerpo, la maquinización de la conciencia, el nexo entre la biología y el poder- que lo convirtieron, ya desde los 70, en uno de los cineastas más autónomos y originales del cine contemporáneo. Cosmopolis está a esa altura.
Cosmopolis. Dirección: David Cronenberg. Con: Robert Pattinson, Sarah Gadon, Juliette Binoche, Paul Giamatti, Samantha Morton. 109 minutos.