La destrucción, la ruina, la desolación de una arquitectura, puede llegar a provocar un alejamiento de lo reconocible, al menos de lo habitualmente reconocible, y eso crea una visualidad nueva, distinta. Es lo que logra Matías Movillo en su actual exposición en Sala Gasco. Recurriendo una vez más a la monocromía de castaños, ocres oscuros, blancos apagados, emprende collages planos sobre madera. Y los construye con aquellas cintas utilizadas, paradójicamente, para evitar el color en las terminaciones arquitectónicas. Ellas, como franjas paralelas, recorren la pintura de lado a lado o bien se disponen despedazadas en ciertos lugares; unas y otras posiciones cumplen la función de amplias pinceladas. Su relativa transparencia anula la visión directa del espectador, provocando además una especie de velo fantasmal que también contribuye a abstraer la realidad habitual. Aunque mayoritariamente verticales, las tiras de papel, asimismo, pintadas con color muy oscuro, se reiteran horizontales; en ambos casos, cada escena se sumerge ya en la neblina densa, ya en una completa tiniebla. Cuando, en cambio, recurre el autor a rectas cruzadas y con efecto de enrejado ("Esqueleto", por ejemplo), el asomo sutil de lo reconocible -su mayor conquista- pierde presencia, apartándose de la imaginería protagónica.
Dentro de la sala oriente de Gasco sobresale un cuadro en formato grande que proporciona perspectivas notables hacia un interior algo menos desbastado. El espacio poniente, por su parte, ofrece la vista de un angosto pasillo ("Río de tablas 2"), cuyo entorno se clausura, misterioso, mediante blancas bandas verticales. El espacio central de "El cielo en el suelo 2", mientras tanto, nos hace casi palpar su amplitud y los escombros que lo habitan. Así, en los no pocos momentos mejores de la exhibición, el caos de la vivienda individual alcanza a convertirse en el despojo de una ciudad entera y en metáfora dolorosa de un ayer superado. Más que el recuerdo de Anselm Kiefer, emerge aquí la comparación con un chileno internacional, pudiéndose hablar, entonces, de Matías Movillo como de un Matta-Clark pictórico.
Guajardo y Barreda en Artespacio
Esculturas de reconocidas firmas nos proporciona Galería Artespacio. En su segundo piso, Mauricio Guajardo. En sus manos, la vitalidad del bloque pétreo se deconstruye física y profundamente, transformándose en un peculiar esqueleto externo destinado a sostener un vacío interior. Se trata, pues, de abstracciones en granito gris, cuyas tonalidades abarcan del claro al oscuro y hasta al ocre amarillento; tampoco faltan las amalgamas de color y grano. En general, la agilidad formal adjudicada a los presentes trabajos -sus formas aparentan encontrarse en proceso de cambio- posibilita imaginarlos materializados a través de metal. De tamaño mediano o grande, constituyen una especie de armazones más o menos rectos u ondulantes. Sobre todo cuando resultan piezas mayores, más fácilmente muestran su atributo arquitectónico. Y en dos de ellas, su predominio de líneas verticales admite la metamorfosis en elementales figuras humanas que entrelazan sus brazos para definir el vacío central que rodean. Otras veces se desliza cierta semejanza con un ídolo -"Forma X"- o con un arma enigmática -"Forma XII"-; también hay contrastes entre levedad de líneas y la solidez rígida de cuerpos geométricos: "Forma VIII y XIX". Dentro del mismo tipo de factura, unas pequeñas esculturas en madera completan el actual conjunto.
El pintor Ernesto Barreda -primer piso de Artespacio- vuelve a entregarnos sus volúmenes en bronce y tamaño mediano. Por completo figurativos, recogen escenas de la vida diaria de la misma manera que sus últimos lienzos. Impregnados de una tristeza melancólica, con elegancia sus personajes evocan la ancianidad, los finales de la vida terrestre con resignación, pero sin resentimientos. Se los muestra ya dentro del ámbito social -"El club", pleno de ironía-, ya dentro de una individualidad concentrada en sí misma: "El detective". En otras esculturas, en cambio, junto con recordar su obra inmediatamente anterior, impera un humor desatado: los sucesos del ascensor.
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LA CASA CON EL CIELO EN EL SUELO
Collages pictóricos de Matías Movillo, cuya peculiar monocromía nos habla de ruina y desolación
Lugar: Sala Gasco
Fecha: hasta el 2 de agosto
Implicado
LA VITALIDAD DE LA PIEDRA
deconstruida por Mauricio Guajardo
LA VIDA EN BRONCE
Ernesto Barreda y sus retratos metálicos de una melancólica ancianidad
Lugar: Galería Artespacio
Fecha: hasta el 3 de julio