Hay quienes gustan de decir que no existen fórmulas perfectas para hacer televisión cultural. Ok, puede ser. Pero de lo que sí estoy seguro es de que solo en la medida en que haya productos disponibles el espectador puede construir para sí mismo la dieta que le acomode.
Eso bien lo saben quienes hace algunos años mataban la tarde del domingo mirando los documentales o docudramas de la BBC incluidos en una franja que TVN bautizó como La Cultura Entretenida; pero hasta que no exista una dosis constante y variada de producción nacional cultural emitida por nuestros canales a horarios que el público pueda disfrutar, mejor olvidarnos de cualquier discusión al respecto.
De dónde venga ese contenido, si es hecho en casa o encargado a terceros, finalmente no es el punto: la BBC tiende a producir sus celebrados programas puertas adentro, los franco-germanos ARTE funcionan en torno a la coproducción y la PBS estadounidense, en la mayoría de los casos, funciona como productor asociado de equipos que trabajan en forma independiente. Pero el flujo de sus productos es permanente, no se mantiene sobre la base de perennes repeticiones (como suele ocurrir por estos lados), tiene acceso al prime time y su ciclo no acaba con la emisión, sino que se estira a la venta de los DVD, libros asociados y kits escolares, hasta las puertas mismas del marketing directo.
Uno de los maestros al respecto es el norteamericano Ken Burns, quien en los últimos 30 años ha construido pacientemente una monumental historia de Estados Unidos a través de un par de docenas de filmes construidos con brillante coherencia estilística, pero al mismo tiempo con gran habilidad comercial (todas sus películas cuentan con múltiples tie-ins ), fiel respaldo de la empresa privada -por más de 20 años, General Motors financió el 35% de sus producciones- y sobre todo con el crucial apoyo de PBS a la hora de resolver el tema de la exhibición. Hoy, de hecho, un nuevo documental de Burns no es una película sino un evento. Pero claro, hay precedentes más antiguos de eso.
Fue a principios de los 70, con la emisión de la monumental "The World at War" -una historia en 26 capítulos de la Segunda Guerra Mundial-, que la BBC se dio cuenta de que la exportación de sus programas se convertiría en una de sus principales ramas de negocios y en una herramienta de virtual colonización cultural. Hoy, cuando esa intuición es una realidad, el canal británico no arredra en esa misión y su serie estandarte luce perfecta tras cuarenta años, restaurada y editada en blu-ray . ¿Dónde están los DVD de "Nuestro siglo", la notable serie que nuestro canal estatal estrenó en 2000 y luego, conspicuamente, olvidó? ¿La irán a repetir alguna vez? ¿Se atreverán con algo de semejante envergadura en el futuro?
La última pregunta es más urgente que nunca, sobre todo porque el audiovisual nacional posee los cineastas, los técnicos y los investigadores capaces de sacar adelante un torrente de historias, vivencias y procesos que merecen ser contados.
Pero insisto: una vez que esa máquina de imágenes se echa a correr, más vale alimentarla sin parar. Ella sola se encargará de crear la necesidad en el público