Dos debates en una semana: Una característica común, pero dos realidades muy distintas.
Lo común fue la exacerbación de la amistad societaria. Con corbata y guante blanco se intentó seguir al pie de la letra la premisa chilena de que lo confrontacional no vende. "Pase usted, después de usted" fue la condición de ambos debates, lo que los hizo objetivamente fomes.
Sin embargo, grandes diferencias afloraron entre ambos.
En el debate de la Concertación, cubierta por el "velo de la amistad", emergieron diferencias irreconciliables.
"Se mostraron los matices", dijo un alto personero de la oposición terminado el programa.
¿Matices?
¿Son matices el que algunos quieran cambiarlo todo mientras otros consideran que es fumar opio? ¿Son matices el que mientras algunos quieran volver al sistema de reparto en las pensiones otros se opongan a una AFP estatal? ¿Que algunos consideren que Cuba es un modelo y otros condenen enfáticamente la dictadura de Castro? ¿Que haya quienes se opongan a aprobar el matrimonio homosexual y otros los quieran dejar adoptar? Etc., etc., etc.
En los 90, en la Concertación efectivamente existieron "matices". Sin embargo, había acuerdo en los aspectos centrales. A los comunistas, que pensaban distinto, los dejaron fuera. Los humanistas que no se sintieron cómodos, se salieron al poco andar. A los "díscolos" (Girardi y Cía.) los mantuvieron a raya. Y a los intelectuales radicales no los escucharon. Pero el big bang se produjo y, al ritmo del Twitter, cada uno se ubicó en lugares cada vez más distantes.
La pregunta obvia es cómo personas que piensan tan distinto pueden estar juntas. Las respuestas son dos. La primera, es la expectativa de poder que genera Bachelet, lo que los alinea a todos detrás. La segunda, es gracias a la miopía de la Alianza y su obstinación por mantener el binominal, lo que ha permitido que se mantengan forzosamente unidos.
De esta forma, la Concertación ha construido un barco para todos. Y, como en el arca de Noe, ya subieron los leones, las jirafas, los sapos y las culebras. Le borraron el antiguo nombre "Concertación" y le pusieron "Nueva Mayoría" y están listos para navegar... Pero a diferencia de la historia bíblica, la probabilidad de que logren convivir internamente en caso de llegar al gobierno es baja y -lo que es peor-el destino hacia donde se dirija el arca es completamente desconocido...
De esta forma, la Concertación se está pareciendo cada vez más al peronismo argentino, donde "caben todos". Desde Menem a la señora K. Desde la derecha hasta la izquierda. Del corporativismo al populismo. Católicos y masones. Moderados y radicales. Todos juntos, "en el mismo lodo todos manoseados", como dice Santos Discépolo en su tango Cambalache. El problema es que el referente argentino no es muy alentador...
Y, por su parte, ¿qué mostró el debate de la Alianza?
Longueira con Allamand no mostraron diferencias. Sabiendo que la gente de su sector no quiere saber de las peleas históricas, salieron a jugar el partido cuidando en exceso las formas. Pero si se analiza el fondo -al contrario de lo ocurrido el lunes- no solo no mostraron diferencias, ni siquiera mostraron matices.
Dos razones explican ese fenómeno. Por una parte, con un modelo económico institucional que hoy está a punto de ser espoloneado, la derecha sale -como históricamente lo ha hecho- unida a cavar trincheras y a enarbolar el gatopardismo (cambiar todo para que todo siga igual).
"Trincheras" para seguir defendiendo cosas que ya no defiende nadie en el mundo, como prohibir el aborto terapéutico o el uso de la palabra "gobierno" para referirse a una dictadura. "Gatopardismo" para salir a corregir y perfeccionar un modelo que ha sido absolutamente exitoso, pero que debió haber tenido ajustes antes y a los cuales muchas veces se opusieron tenazmente, especialmente el mundo que representa Longueira. Es de esperar que no sea demasiado tarde, pero para ello hay que ser capaz de convocar al centro político.
El segundo factor que explica la similitud entre Allamand y Longueira, el jueves pasado, es la consolidación de un gobierno moderado en lo político y eficiente en lo económico, y de un Presidente que -habiendo pasado el 40% de apoyo- ha dejado de ser un estorbo para las campañas.