Roberto Rojas es un pésimo ejemplo de deportista. Fue un arquero excepcional, de los mejores. No hay gran debate al respecto. Pero hacerlo objeto de un homenaje por su trayectoria, como pretende venderse el partido a beneficio de esta noche, es un contrasentido. Otra equívoca señal que se suma a la extensa lista de sesgos que ha habido en la historia de Rojas.
Roberto Rojas hizo trampa. Engañó -o pretendió engañar- a un país, mintió con desenfado a quienes lo idolatraban y defendían públicamente, traicionó a varios compañeros que confiaron en su liderazgo, y después, para rematar la historia, vendió la verdad por dinero. Argumentó un infumable sentimiento nacionalista para justificar su simulación, generó un desprestigio de magnitud mundial -que originó la mayor sanción deportiva que ha recibido nuestro país en su historia- y castigó a parte de una generación de futbolistas que nada tuvieron que ver con él.
La figura de Roberto Rojas no puede llenar de orgullo a nadie que valore al fútbol como una expresión de competencia leal. Ni el historial de logros en cancha con el que se irá a la tumba ni sus lamentables padecimientos -por los que debe responder el aparato de salud pública de Brasil, que gestiona su petición de trasplante de hígado- van a superar el episodio en el Maracaná. Esa es la triste condena de Rojas.
Este "homenaje" hay que leerlo en la perspectiva de la aflicción (o compasión, por cierto) que suele invadir el hábitat del deporte cuando vemos a alguien derrotado por las circunstancias. O también entenderlo como la muestra solidaria de un Sindicato de Futbolistas al que le es imposible negarse a impulsar, por principios o por imagen, la actividad humanitaria. Incluso de alguien que no vive en Chile hace años.
Sería interesante saber si el sindicato conoce otros casos de ex jugadores en precario estado quienes por orgullo, pudor o vergüenza, no han apelado a sus colegas para recibir ayuda... En otras palabras, deportistas en el más puro sentido que mueren con las botas puestas y en el sepulcral silencio. Un análisis parecido tendríamos que hacer los medios que de vez en vez acudimos a Roberto Rojas como si fuera un referente obligado o una fuente fiel de conocimiento, y a quien ahora, por su enfermedad, lo hemos tratado como un ejemplo de vida, dando muestra de una amnesia que progresa y avergüenza.
Hugo Marcone