Hace unos días, la noticia de la huida a Francia de un alto asesor económico ruso pasó casi inadvertida en medio de las informaciones sobre la venta de armas de Rusia a Siria, en plena guerra civil. Para mí, el caso de Sergei Guriev es otro indicio de que las cosas en Rusia son peligrosas para cualquiera que discrepe del Kremlin y, más aún, de que la democracia rusa es un mito.
Guriev es un prestigioso economista liberal, muy influyente en el gobierno de Dmitri Medvedev, actual Premier, y bien conectado con sus pares occidentales. Como di- rector de la Nueva Escuela de Economía, un think tank elegido por Barack Obama para dar un discurso en su última visita a Moscú, ha formado a generaciones de modernos economistas. Fue profesor en Princeton y era co- nocido como alguien que daba garantías a los empresarios extranjeros de que podían invertir sin miedo en Rusia.
Por años se abstuvo de criticar públicamente al régimen, pero ahora último hizo declaraciones que no le gustaron a Vladimir Putin. Su caída en desgracia tendría que ver con una defensa del oligarca Mijaíl Jodorkowsky -preso hace años por dudosos cargos de evasión de impuestos- y con el apoyo financiero que dio al bloguero Alexei Navalny, líder de las protestas contra el Presidente. Hace meses, Guriev está en la mira de fiscalizadores que revisan su documentación, sus e-mails y amenazaron con cerrar su instituto.
Su caso me recuerda el de otro economista ruso, Andrei Illarionov, a quien conocí hace unos meses en un seminario en Lima. Illarionov fue asesor de Putin durante los primeros años de su gobierno, entre 2000 y 2005, cuando trataba de proyectar una imagen de demócrata muy liberal, y fue también su representante personal en el G-8. Tuvo un importante rol en la reestructuración de la deuda rusa, la reforma tributaria y la creación de un fondo de estabilización con los ingresos del petróleo. Me contó que renunció porque tenía divergencias graves con Putin sobre cómo "deshacerse" de los opositores; sobre las brutalidades cometidas en Chechenia y por la horrorosa masacre de niños en Beslán.
Al final -se lamentaba-, sus consejos apenas eran oídos. A su juicio, lo que hay en Rusia no es un libre mercado, sino un sistema mafioso en el cual el círculo presidencial -que incluye a media docena de amigos de San Petersburgo y otros tantos ex camaradas del KGB- es el que controla las principales empresas. Illarionov no fue investigado, pero recibió señales de peligro. Hoy vive a salvo en Washington, donde trabaja en el Cato Institute. Igual viaja con regularidad a Moscú, pues sigue de cerca los acontecimientos de su país. A Guriev le critica no haber luchado más abiertamente contra el sistema, pero cree que hizo bien en irse, porque a pesar de su cercanía con Medvedev, este ya no puede darle protección.
Si no ha violado las leyes, nada impide a Guriev volver, ha dicho Putin. El problema es que en Rusia el gobierno siempre se las arregla para demostrar que sus antagonistas sí las violaron.