El Teatro Municipal de Ñuñoa goza de un público respetuoso, fiel y generoso, y, además, desde hace un tiempo ha mejorado sus condiciones acústicas. En el concierto del viernes de la Orquesta de Cámara de Chile, dirigida por Alejandra Urrutia, todo esto quedó demostrado, pero el nuevo entorno sonoro, aunque particularmente eficaz para aumentar brillo, volumen y equilibrio, ha dejado expuestas a las cuerdas (particularmente los violines), que en los forte y agudos acusan un sonido agreste y duro que fue notorio en la interpretación de la Suite N°. 3 de las Arias y Danzas Antiguas de Ottorino Respighi. En todo caso, la ejecución fue siempre atractiva, para una partitura que se ha hecho popular por su encanto melódico y variada rítmica.
Del compositor brasileño Radamés Gnatalli (1906-1988) se oyó su Concierto para saxo alto y orquesta, actuando como solista el destacado intérprete Miguel Villafruela. La obra, de logrado balance entre solista y orquesta, revela las intenciones eclécticas del compositor de unir mundos aparentemente distantes: el de la música llamada docta (a falta de un nombre mejor) y la estética del music-hall , el jazz y el folclor. El atractivo resultado se vio claramente en el primer y segundo movimiento; en el tercero, el afán de lucir compases irregulares y cambios métricos (doctos...) tiene efectos desarticuladores que resultan gratuitos, pero esto no fue demasiado relevante, pues la extraordinaria entrega de Villafruela hizo palidecer cualquier reparo. El lenguaje de Gnatalli fue aprovechado por el solista para dar la sensación de permanentes improvisaciones jazzísticas, con técnica y plasticidad ejemplares.
Siempre debe agradecerse la inclusión en un programa de la portentosa Sinfonía N°. 39 de Mozart. Precediendo a las magistrales sinfonías 40 y 41, señala la cúspide del lenguaje sinfónico del salzburgués y en su genialidad en nada cede a ellas. La versión fue excelente, y la directora se dio el legítimo lujo de transformar el Minuetto en un quasi vals.
Alejandra Urrutia exhibió dominio total de las obras y una elegancia gestual firme y fina a la vez. Su nombre debe agregarse con toda propiedad a la pléyade de talentosos directores jóvenes que nuestro país ha empezado a exhibir.