Bajo la conducción de Josep Vicent, la Orquesta Sinfónica de Chile ofreció el viernes un programa íntegramente dedicado a Bach y que se reduce así: lo que hacía Bach y lo que puede hacerse a partir de su música.
El concierto se inició con la Cantata (Motete) "O Jesu Christ mein Lebens Licht", obra que se despliega en un solo movimiento coral. Aunque la sonoridad del grupo instrumental reducido que acompañó fue correcta, la dinámica resultó algo plana y la Camerata Vocal de la Universidad de Chile (Director: Juan Pablo Villarroel) resultó deslucida y acusó desequilibrios por la debilidad de las voces femeninas y la excesiva presencia de los bajos que, aunque excelentes, impregnaron al conjunto con un timbre penetrante.
La cantata "Also hat Gott die Welt geliebt", subió ostensiblemente el nivel. El coro atacó con personalidad y los aportes de la soprano Claudia Pereira y el barítono Patricio Sabaté, fueron óptimos. En el aria de la soprano, contribuyeron los impecables solos del oboísta Jeremy Kesselman y del cellista James J. Cooper.
La audición de la cantata "Nun ist das Heil und die Kraft" deja en pie todas las dudas respecto a su autenticidad. Si bien hay gestos bachianos que recuerdan, por ejemplo, al Oratorio de Navidad, el discurso es insólito, aunque atractivo. La Camerata y la orquesta entregaron una brillante versión.
Max Reger se hizo presente con el arreglo del Preludio Coral "O Mensch, bewein dein Sünde gross". La interpretación, punto alto del concierto, permitió el lucimiento de las cuerdas bajo la sensible batuta de Vicent.
La transcripción de Anton Webern del Ricercare a 6 de la Ofrenda Musical es un prodigio tímbrico. La línea original, fragmentada espacialmente en puntos de color, anuncia el recurso de la "melodía de timbres". La ejecución de esta difícil obra se resintió por un tempo algo intranquilo que empañó las sutilísimas indicaciones dinámicas.
Las Variaciones Canónicas de Stravinsky sobre un Preludio Coral de Bach representan un estilo árido de gran exigencia para los vientos, que se desempeñaron correctamente. Finalmente, Bach se sumergió en la transcripción de Elgar para la Fantasía y Fuga en do menor, obra que apunta más a exaltar al imperio británico que a revivir al modesto Kantor de Leipzig.
Vicent se demostró como un director comunicativo, carismático y cabal conocedor de las obras.