Si a veces sienten que la actualidad fílmica les pasa por el lado sin darse cuenta, no se preocupen: ocurre continuamente. Lo digo a propósito de la reciente visita del portugués Miguel Gomes, por lejos uno de los nombres más interesantes del actual panorama audiovisual, pero del que por estos lados aún se sabe muy poco.
Eso, en parte, se debe al bajo perfil del propio Gomes, cuyo prestigio se disparó en 2012 después que "Tabú" -su tercer largometraje- se presentó en el Festival de Berlín, y que a principios de abril se asomó por estos lados para participar junto al documentalista Cristián Leighton en Filmar la identidad, un valioso taller llevado a cabo en Antofagasta, que fue complementado con una clase abierta a público en Santiago. Toparse con un realizador en esas condiciones -en plena alza crítica, cuando su obra comienza a explotar- es desde ya una circunstancia notable y algo inédita para nuestro medio; pero, en último término, también irónica, ya que aunque han sido exhibidas en festivales como Valdivia y Sanfic, ninguna de las películas de Gomes ha llegado a nuestras salas. "Tabú", de hecho, lleva un par de semanas en las pantallas de Buenos Aires (¿la irá a traer alguien?); pero si me preguntan, lo más probable es que los interesados ya la hayan visto descargada o en el recién editado blu-ray de New Wave Films, donde el manto en blanco y negro diseñado por su equipo de cineastas se despliega a la perfección.
Dividida en un prólogo y dos secciones -una en presente llamada "Paraíso Perdido"; otra en pasado, titulada "Paraíso"-, el filme es al mismo tiempo un ejercicio memorial y una curiosa clase magistral de cinefilia, ambas visiones ejecutadas sin que ninguna le arruine el juego a la otra, a medida que van desenredando la historia de Aurora, una anciana que vive sus últimos días en un departamento de Lisboa, agobiada por fantasmas y remordimientos que, en la segunda sección de la cinta revelan su origen en su pasional juventud de terrateniente y cazadora furtiva en el África Central. ¿Cómo hacer calzar dentro de una misma persona esa inicial visión de decrepitud con el refulgente fuego de sus años juveniles?
Gomes lo consigue entregando las riendas de la narración a dos personajes laterales, pero que en el fondo se convierten en virtuales protagonistas del relato: Pilar, solitaria vecina de Aurora y quien la asiste en su agonía; y Gian-Luca, un anciano que se revela como el único capaz de recordar a esa salvaje y casi olvidada versión de Aurora en el continente negro, donde él la conoció... Cada uno se encarga de imbuir a su respectiva sección de "Tabú" con su personalidad, al punto que el carácter mismo de la cinta gira completamente entre una y otra mitad: "Paraíso perdido", la de Pilar, filmada en abstractos contrastes de luz-oscuridad, evoca las superficies y el universo mental del también lusitano Pedro Costa, pero se desvanece sin remedio ante la sensualidad y la infinita paleta de grises exhibida por "Paraíso", sección donde los selváticos sonidos africanos imperan sin oposición: pidiendo prestado selectivamente los silencios del cine mudo, la película muestra a la joven Aurora y a su mundo, pero no los escuchamos. Es la añosa voz de Gian-Luca, quien actúa como narrador, cronista y demiurgo del segmento, lo único capaz de sacar a estos espectros de ese letargo de siglo XX, rescatar su empolvada tragedia e invitarlos a que vuelvan a representarla ante nosotros para que la función rotativa comience, otra vez. Es cierto, lo de Gomes es de una inmensa pasión por el melodrama, pero también una infinita nostalgia por algo que se le escapa a gran velocidad de su órbita, y que él se niega a dejar ir: la historia del cine.
TABÚ
Dirección: Miguel Gomes
Con: Laura Soveral y Ana Moreira.
País: Portugal, 2012.
Duración: 118 minutos.