En esta semana negra para la política, he querido conversar con un observador de la realidad que mira los acontecimientos con ojos intelectuales y los describe sin pelos en la lengua.
Pablo Ortúzar no llega aún a los 30 años, ya tiene un libro publicado, y su domicilio es la derecha, adonde arriba después de una militancia anarquista en la universidad y como una consecuencia, a su juicio, lógica: lo suyo es el antiestatismo, el liberalismo.
Después de empaparse en marxismo en los años que estudiaba Antropología, se acerca al liberalismo escéptico y se convence de que "la política es algo repugnante". También que la libertad, que es el centro de sus preocupaciones, se realiza mejor con una economía y una sociedad libres.
Cuando lo conocí, ya había sorprendido a la conspicua audiencia de la última Enade. A mí me capturó el interés cuando me dijo: "
Siento un gran desprecio por la política, pero siento un deber igualmente enorme por estar metido ahí". Cita a Burke -el padre del liberalismo británico-, de quien reconoce influencia:
"El mal triunfa cuando los hombres buenos no están dispuestos a hacer nada para evitarlo".
La destitución del ministro harald beyer, que dejó tan mal parada a la política y al Congreso ante la ciudadanía, me hizo recordar los análisis de este gurú de nueva generación.
¿Cuál es la primera proyección que usted haría de lo que hemos visto estos días?, le pregunto.
A su juicio, la política chilena perdió su legitimidad, eso es lo más grave.
"La política es fuerza, siempre ha sido fuerza, pero es una fuerza que se viste con legitimidad. La forma como la Concertación está entendiendo la acción política, sin embargo, es pura fuerza, y cuando eso ocurre, se entra a lo que es violencia".
Así analiza la operación política que ha tenido como víctima transformada en héroe al ex ministro de Educación.
Y lo que se espera: el peligro mayor es, a su juicio, la destrucción de la "amistad cívica", base de la convivencia democrática y que es precisamente lo que se está sintiendo en el aire, en estas horas posteriores a la destitución.
La Alianza no se escapa de su análisis escéptico y para allá apunta cuando hablamos del bochorno de la nueva mesa de la Cámara de Diputados, con un vicepresidente destituido por connotaciones éticas también en estos mismos días.
"La Alianza ha venido haciendo política de muy baja calidad, especialmente en el ámbito parlamentario. Con excepciones honrosas de personas honestas intelectualmente", asegura.
En el Congreso, tal como está, ve una bomba de tiempo .
Fueron las protestas estudiantiles del 2011 las que acercaron a mi entrevistado a la política -"lo que me movió fue el nivel de violencia, de ideologización, de polarización y de agresión dentro de la universidad"-
-¿Y cómo ve usted la evolución del movimiento y el poder alcanzado, que fue clave en la caída del ministro?
-Se convirtió en un movimiento estudiantil de izquierda, que ha dado un giro hacia un movimiento político. Y es imposible que un grupo de estas características -pequeño e inorgánico- no sea instrumentalizado. No estoy hablando de manipulación, que es cosa distinta.
Basta fijarse en los dichos de los dirigentes para comprobar lo que dice, señala.
"Primero pintaban a la Concertación como un monstruo y, de a poco, los mismos personajes van suavizando su postura, progresivamente, en la medida que son alineados y absorbidos".
Y así como cree que el movimiento estudiantil como tal pierde con este giro, piensa que la Concertación y Michelle Bachelet han ganado a costa de ellos, con gran habilidad: "Bachelet repite que cree representarlos y eso tiene una fuerza comunicacional enorme... Además dice que va a avanzar hacia lo que quieren los estudiantes...", una promesa vacía y sin compromiso, pero que resulta eficaz.
Por otra parte, la Concertación se compra sus banderas y aprovecha de renovar su discurso. "Ha sido una gran movida que le da un horizonte de realizaciones de aquí a 20 años más".
La encrucijada no atenúa el negro pronóstico que Ortúzar tiene sobre las fuerzas de izquierda en el país hoy.
"Lo que está haciendo la Concertación es enterrarse definitivamente con la candidatura de Bachelet por la mediocridad intelectual que ha alcanzado. Están agarrados de la candidata que puede llegar a gobernar cuatro años y ese es el fin. No hay un diagnóstico nuevo ni hay nuevas ideas, ni hay una propuesta país ni un horizonte político más allá de volver al poder por el poder", explica.
Lo dice como un estudioso que ha admirado el "proceso reflexivo de la izquierda que se da en los años 80" y al "grupo de intelectuales que se dedicaron por 20 años a revisar qué pasó, a replantear un programa, a revalorar la democracia".
La ausencia de trabajo intelectual es, al mismo tiempo, la que -en la visión de Ortúzar- lleva al pesimismo endémico de la derecha.
"Cuando uno no tiene un diagnóstico de la situación y el adversario sí, y se acepta el diagnóstico de ese contrario, normalmente se aceptan también las conclusiones. Así es como la derecha, sin más, acepta el diagnóstico y las conclusiones de la izquierda y determina 'estamos perdidos'".
En ese punto es que divide a la derecha en dos: los que se embarcan en "el Arca de Noé", que reúne a los pocos que todavía creen en las cosas que la derecha cree, y los que optan por "el síndrome de Estocolmo", que es tratar de mimetizarse con el adversario.
Lo que ha faltado, sostiene, es una promesa de civilización o un horizonte político, "es lo que le ha pesado a Piñera, que cuando habla de desarrollo y progreso, pareciera que se refiere solo a una realidad económica y no a un proyecto de sociedad".
"A mí en lo personal no me afecta la próxima elección, los procesos sociales son mucho más largos".
Es su conclusión, que va de la mano de una esperanza concreta para el sector con que decidió matricularse.
"En estos cuatro años de gobierno ha surgido una inquietud, especialmente en los jóvenes, y eso se ha notado en el debate público. Si uno mira los diarios y los blogs, ve el grado de participación de gente de derecha, universitarios, profesores, que están discutiendo el horizonte político. Es un proceso parecido al que tuvo la izquierda en los años 80, en términos de replantearse ciertas ideas respecto al desarrollo, a la primacía de lo económico sobre otros elementos; estoy seguro de que va a salir un proyecto de país que le va a dar un vigor al sector que no ha tenido hasta ahora".
La decisión de Piñera de llamar a gente joven ha sido clave en esto que Ortúzar ve como una "promesa de renovación para la derecha".
"Si hubiera gobernado con la clientela de los partidos, los que habían estado esperando y haciendo fila un montón de años, esta renovación no se habría dado; es mucha la gente joven que ha quedado comprometida con lo público y con la política una vez que conoció ese mundo".
Y en este punto saca una conclusión positiva, incluso a partir de la caída del ministro Beyer... "una canallada política".