En un año electoral los programas de contenido político son ineludibles para las señales que quieran marcan presencia en el debate país. No es casual que sea el canal público, TVN, quien apuesta fuertemente a ellos estrenando dos espacios de distinto formato, pero de igual vocación. Así busca sacarle lustre a su eslogan "El periodismo es".
"Frente al espejo", estrenado el domingo en horario estelar con la primera entrevista televisiva a Michelle Bachelet, fue un acierto de producción periodística. Y la misma cualidad tuvo "El informante", que también logró la primera entrevista a la destituida ministra de Educación Yasna Provoste, justo cuando se discute la acusación constitucional contra un sucesor.
Si el sentido profundo de estos espacios es golpear con primicias o exclusividad, bien por la producción. Pero la política en televisión, a la vista del contexto de la pantalla chica de hoy, queda muy al debe si entra en el juego que tan bien sabe ejecutar la prensa rosa o el periodismo policial.
No basta con tener al personaje. Es un logro, qué duda cabe. Pero además a ese protagonista de la noticia hay que añadirle televisión. Y ese medio hay que dotarlo de un sentido social.
Conversaciones en sitiales, lejanos, distantes, casi ceremoniales, están lejos de acercar al público con el contenido que se quiere transmitir. Un panel con representantes de apenas dos sensibilidades -cuando el país efectivamente ha avanzado más allá de lo binominal- está lejos de marcar pluralidad. Un público de notables en estudio que no hace mucho más que encarnar una corte de mimos que reacciona gesticulando ante cualquier provocación, no encarna la participación que hoy se apropia de cada rincón del mundo terrenal, y del virtual. Por último, tener a un panelista que llega a defender sus argumentos con gráficos impresos en hojas de carta, cuando el estudio tiene imponentes pantallas LED, habla a las claras de falta de actualización de parte de él y de baja preproducción de parte del canal.
Este último punto fue remarcado en pantalla por Juan Manuel Astorga, y con esa honesta autoflagelación el agudo conductor demostró que él sí sabe lo que "El informante" necesita: sensibilidad con las nuevas audiencias, buscar otras expresiones de participación y explotar renovados formatos de televisión.