El Antiguo Testamento cuenta que, para librar de culpas al pueblo, se debía elegir un cordero y -cargándolo de todas las culpas- abandonarlo en el desierto, en medio de pedradas e insultos. Era el chivo expiatorio...
Se vienen las elecciones y la Concertación necesitaba apedrear e insultar a alguien. Esa sería la mejor forma de lavar sus culpas. De acusar a alguien hoy por lo que no se hizo ayer. Y ese alguien terminó siendo el más capacitado y el más inteligente. El chivo expiatorio se llama Harald Beyer.
"Matamos a uno, ahora vamos por otro", habría dicho el presidente del PS, Osvaldo Andrade, en medio de la excitación tras la acusación. Después hizo una corrección: en vez de decir "matamos a uno", había querido decir -o había dicho- "matamos al lucro".
La diferencia es irrelevante. Es simplemente una muestra de que todo esto no era más que una acusación política preelectoral. ¿Los argumentos? Irrelevantes. ¿El informe de la comisión? Inútil. Había que darle una lección al Gobierno. Y al lucro. Y a la derecha. Y a los empresarios. Y al modelo.
Mientras la diputada Sepúlveda leía su declaración de guerra, varios diputados de la Concertación miraban el techo. Se les veía incómodos. Pero sabían que no tenían alternativa. Por una parte, no querían ser linchados por la calle. Por otra, no se querían quedar fuera de la fiesta. El caso de Burgos fue sintomático: dio todos los argumentos en contra los días previos, pero cuando le tocó votar, bajó el pulgar. Furioso replicó el tuit que insinuó que lo había hecho para no quedarse fuera de La Moneda. Pero 2+2 son 4.
La alta expectativa de la Concertación de volver al poder y la enorme dependencia que tienen de Michelle Bachelet hace que sea imposible desalinearse. Es la vuelta a la famosa frase dicha por el socialista español Alfonso Guerra "el que se mueve no sale en la foto". Aquella vez, en el máximo apogeo del PSOE, se les mandó un mensaje muy claro a los disidentes: quien quisiera salirse del bloque corre el riesgo de quedarse fuera y para siempre. Hoy la frase no se ha dicho, pero se respira en todos lados.
La Alianza, el Gobierno y el propio Beyer, por su parte, también tienen su propia responsabilidad.
La Alianza por haberse mandado un gustito parecido con Provoste en 2008 (pese a las abismantes diferencias cualitativas entre ella y Beyer). El Gobierno por no ser capaz de parar a tiempo una acusación que se veía hace pocas semanas como irrisoria. A última hora, dejar todo dependiendo de Alinco no era sostenible. Y Beyer por no haber sido capaz de crear lazos con los diputados durante su gestión. Debió haber ido a más comisiones. Debió haber levantado más el teléfono.
Para los próximos años queda la enorme preocupación de que este tipo de acusaciones terminen socavando la institucionalidad. La amplia mayoría de los países de la OCDE no tienen mayoría en el Parlamento. Y Chile, seguramente, no será una excepción. Si esto no se corrige -como "habría" dicho Andrade-, después de uno, vendrá otro. Y luego otro.
Para los próximos días queda ver qué hará el Senado. Aunque no es seguro, es probable que varios senadores DC y Quintana -pese a haberse mostrado contrarios- ayuden a levantar la guillotina. Si así fuera, mientras los honorables se estén acomodando para salir en la foto, veremos a Beyer -cual Arístides en la antigua Grecia- salir de la polis condenado injustamente al ostracismo.