A punto de cumplir los 80, al director alemán Helmuth Rilling le sobra energía para viajar con el Johann Sebastian Bach Ensemble, un conjunto de casi un centenar de músicos jóvenes especialmente seleccionados y provenientes de 24 países, dar un concierto en Santiago, luego instalarse en el Teatro del Lago de Frutillar, y en dos días -Jueves y Viernes Santo- dictar clases magistrales a ocho directores jóvenes, hacer dos conciertos didácticos y, finalmente, entregar completa, el sábado, una versión antológica, inefable, profundamente emocionante, de "La Pasión según San Mateo" de Bach.
A Rilling le preocupa que se entienda el relato de la crucifixión como un drama que debe interpelar a través del Evangelio, de los preciosos textos suplementarios y del monumento musical que erige Bach al servicio del relato: la oposición de dos orquestas, cada una con su propio conjunto para el bajo continuo, dos coros y varios solistas, vale para enfrentar el más sublime recogimiento religioso con la inanidad de una turba ignorante e injusta que picanea, insulta, se mofa y también se conduele, redimida y extática, ante la muerte de Cristo.
Desde el comienzo, con la participación adicional del coro de niños de la Casa Richter de Frutillar, Rilling hizo que recorriera un solo escalofrío entre las más de mil personas que repletábamos el magnífico Teatro del Lago y que no nos abandonó nunca. El director maneja de memoria el grandioso y complicadísimo mecanismo, con extremo cuidado para que cada detalle, incluido el silencio, adquiera el mayor sentido; su entrega se percibe, sin embargo, nada complejizada sino magníficamente natural.
Apenas unos entresacados de un concierto parejamente conmovedor: el histrionismo del estupendo tenor evangelista (Patrick Vogel); la calidez de Jesús (el bajo Johannes Mooser), acompañado por el halo de unas cuerdas celestiales; el auténtico sentir de Martina Nawrath, soprano, y la inspiradísima Lidia Vinyes Curtis, contralto, que brilló en el "Erbarme dich, mein Gott", la bellísima aria en que compartió protagonismo con el violín de Dominika Malgorzata Olszewska, secundado por el bajo continuo, con pizzicati que son en palabras de Rilling, "los latidos de la conciencia de Pedro"; "Komm, süßes Kreuz", el aria del bajo con la preciosa e intrincada parte de viola de gamba de Anja Mareike Engelberg; el diálogo en que Pilatos pregunta a quién ha de liberar, y los dos coros contestan con un acorde disonante que eriza:"Ba-rra-bam!"; y el final, en que todos los cantantes e instrumentistas invitan a despedirse, llorando, con la esperanza de encontrar paz del alma. Helmuth Rilling y el Johann Sebastian Bach Ensemble lograron que todos padeciéramos con esta Pasión. Que compadeciéramos. Inolvidable.