Es tanta la justa popularidad que ha conquistado el oratorio "El Mesías" desde su estreno dublinés de 1742, que, aparte de las revisiones que hizo el mismo Handel, hay un buen número de versiones, incluso rockeras y souleras . A Mozart, estudioso de la obra del genio germano-británico, le encargaron en 1789 que escribiera un "acompañamiento adicional" a la concepción barroca de cuerdas y continuo. Mozart compuso partes para maderas y bronces con su elegancia característica, y redistribuyó algunas secciones de los corales. Esta reorquestación es mucho menos tocada y grabada hoy que la original, y por eso es destacable que la Sinfónica la haya elegido para una serie de cuatro conciertos de Semana Santa.
La concepción mozartiana le da un sonido más contundente a la obra: hay pasajes que ganan mucho en dramatismo, pero también puede poner en peligro el equilibrio de los solistas vocales e instrumentales y el conjunto, y llegar incluso a desdibujar la música. Esto, la acústica del teatro y lo inhabitual que es este repertorio para la Sinfónica, jugó en contra en algunos momentos de la interpretación que dirigió con entusiasmo José Luis Domínguez el sábado pasado.
En un concierto que claramente fue de menos a más, la primera y más extensa parte sonó desangelada, desajustada. Destacó la soprano Nora Miranda, que dosificó su volumen, atenta a las intenciones de su texto. La segunda y tercera parte, con músicos y público más entregados, ganó en musicalidad, con el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile más inspirado en "All we like sheep" y "He trusted in God" que en el popularísimo "Aleluyah". Los asistentes agradecieron el esfuerzo, pero esta versión no está entre las mejores que se han escuchado en Chile.
Muchos expertos coinciden en que Mozart escribió su obra coral más famosa, el Réquiem K. 626, con Handel en la cabeza: la escalofriante apertura, por ejemplo, sigue como modelo el himno handeliano "The Ways of Zion do Mourn". En el concierto de la Filarmónica el martes pasado, esta influencia se hizo más evidente en la rigurosa entrega que realizó Max Valdés.
El director respetó, como pocos, el acompañamiento staccato de la orquesta en el comienzo, con un tempo levemente más rápido que las versiones más al uso, redescubriendo un marco de escueta sobriedad para los solistas y el Coro del Teatro Municipal (director, Jorge Klastornick).
Los solistas Patricia Cifuentes, soprano; Luis Olivares, tenor, y Evelyn Ramírez, mezzo-soprano, entregaron sus partes con solvencia e inspiración, y el bajo argentino Christian Peregrino sorprendió con su registro seguro y profundo, especialmente en el "Tuba mirum", en el que compartió protagonismo con el excelente trombón de Matías Tapia.
En una misma semana, dos monumentos de la música coral y religiosa, con teatros a tope, a los que hay que sumar "La Pasión según San Mateo de Bach", en la versión de Helmut Rilling en el Centro de extensión de la UC en Santiago, que se repetirá este sábado en el Teatro del Lago de Frutillar.