Tres autos que aparecen en el recodo de una colina, mientras la noche cae a campo abierto. Avanzan sin parar por carreteras asfaltadas, senderos de tierra y lomas diversas; sus faroles amarillos, única fuente de luz en medio de una tiniebla que se prolonga en la distancia y también en el tiempo... Esos primeros minutos de "Érase una vez en Anatolia", el soberbio sexto filme del turco Nuri Bilge Ceylan, lucen extrañamente perennes, y parecen confirmar lo que se dice de las grandes películas: generan, desde la partida, una extraña afinidad.
Claro que si los cineastas buscaban identificación, sin duda es una extraña forma de pedirla, ya que -al contrario de lo que su épico e histórico título sugiere- la cinta es en esencia el relato de un procedimiento, de un proceso cuya rutinaria naturaleza solo se justifica en la medida en que se completa: la búsqueda de un cadáver enterrado en las afueras de un pequeño pueblo de Anatolia. El testimonio de los asesinos lo da por sepultado tras una colina y en medio de un campo de cultivo, cerca de una fuente de agua y un enorme árbol frutal; pero ahora, de noche, ni el asesino confeso ni su silencioso cómplice parecen estar seguros. De pronto, todos los senderos y sus curvas se parecen, y la caravana -que incluye a arrestados, policías, gendarmes, más el fiscal y el doctor del pueblo- no tiene otra opción que seguir su ronda nocturna hasta las últimas consecuencias. El punto es que, para entonces, paisaje y personas ya se han vuelto uno solo. Inseparables.
Es el tipo de idea que el director ya había transmitido en forma exitosa a través de películas como "Uzak" (2002) o "Climas" (2006), los filmes que cimentaron su reputación como uno de los mejores herederos de Tarkovski en el nuevo siglo: alguien capaz de amplificar en imagen el persistente cortejo entre campo y ciudad y el complejo matrimonio entre Europa y Asia producido en la Turquía moderna. Esa misma simbiosis se reproducía con la pareja de amantes retratados por "Climas", cuyo ardor y congoja iba dictado por las bondades e inclemencias de un tiempo que se les marcaba bajo la piel. Ceylan podría haber seguido facturando esa clase de filmes hasta el infinito, pero en su siguiente trabajo -el policial "Tres monos" (2008)- intentó abiertamente combinar los rigores contemplativos (que han ahogado el trabajo de varios de sus contemporáneos) y agregó para sí el desafío de hacer un filme de género.
Si en "Tres monos" el resultado era bello por fuera y esquemático por dentro, en "Érase una vez en Anatolia" -disponible en DVD- el logro es perfecto: la opresividad y la negrura que uno asocia a esta clase de productos es materia viva en el filme, pero quizás lo más hermoso es la forma en que estas se vuelcan más allá de la trama, inundándolo todo, al punto de que en plena película el espectador comienza a hacerse la impresión de que esta salvaje noche en vela de los personajes se prolongará sin piedad hasta el final de la cinta (eventualmente se hace de día, pero lo que sucede una vez llegado el alba mejor averígüenlo ustedes mismos), y lo propio ocurre con los personajes principales -el jefe de policía, el fiscal y el doctor-, quienes en su intento de hacer del mejor modo su trabajo, tal como lo demanda la solemnidad de sus investiduras, se hacen de pronto conscientes de su rol de meros engranajes en un ritual de violencia, destrucción y renovación que es tanto o más antiguo que los sembradíos que están pisando. Imposible no reconocerlo como propio. Imposible escapar a su influjo.
Es notable ver a un cineasta, que muchos han ensalzado casi como un "pensador", adoptar para su película la clase de pragmatismo y simplicidad que suele asociarse al -en apariencia- modesto mundo del cine de género, pero lo de Ceylan no se siente como una deliberada movida en esa dirección, sino como el genuino intento de zambullirse dentro de ese continente, perderse en un tesoro de imágenes y emociones depositadas en la memoria y que ahora, rescatadas, vuelven por ti.
Érase Una Vez En Anatolia
Dirección: Nuri Bilge Ceylan.
Con: Muhammet Uzuner y Taner Birsel.
País: Turquía, 2011.
Duración: 157 minutos.