El alcalde de Londres acaba de anunciar, con gran publicidad, que ha encargado a la célebre arquitecta iraní Zaha Hadid (Pritzker 2004) liderar el equipo de expertos que propondrá un nuevo aeropuerto internacional al sur de la ciudad, incluida su localización definitiva. Se trata de un encargo multidisciplinario de alto nivel y que va mucho más allá del diseño: Londres trata de resolver una urgente crisis aeroportuaria para competir en conectividad y prestigio con sus rivales globales. No es primera vez que el gobierno recurre a estrellas de la arquitectura mundial para abordar los complejos desafíos de la infraestructura del siglo 21: en este caso, antes colaboraron Gensler y Norman Foster con radicales propuestas.
A juzgar por el despliegue, el alcalde está orgulloso de su anuncio, y es lógico que así sea. Asociar un arquitecto de reputación mundial al proyecto del nuevo aeropuerto de Londres, una de las fachadas del país, da realce a su propia gestión administrativa y agrega valor a la ciudad, especialmente al asegurar que no se tratará de un edificio trivial sino de una genuina obra de arquitectura, admirada hasta la posteridad por conceptos mucho más impactantes que el mero tamaño o la correcta funcionalidad.
Compárese, entonces, con el reciente anuncio de ampliación del aeropuerto de Pudahuel, el gran vestíbulo de Chile, que por estos días acusa patéticas carencias debidas, a juzgar por la polémica, a la ineptitud del Estado y la indiferencia del concesionario privado. La prensa ha publicado un bosquejo del proyecto, surgido como por arte de magia, donde curiosamente el arquitecto no existe. Es decir, probablemente existe, pero no figura en ninguna parte, ni mencionado por las autoridades a cargo, ni mucho menos por la prensa. De hecho, la prensa local, que de arquitectura y urbanismo comprende poco o nada, ha estado más interesada en la insignificante anécdota del diseño de interiores "temáticos" (sin duda lo más efímero en un proyecto de esta naturaleza) que en los conceptos de espacio público, circulación, estacionamiento o eficiencia energética -por nombrar algunos temas sensibles- o los de estructura, material, composición, proporción, ritmo, dinámica, belleza o elegancia, que esos conceptos sí que parecen escapar completamente de nuestras capacidades de análisis periodístico.
Es triste que en Chile el arquitecto no exista. Es triste para los arquitectos, naturalmente, pero es mucho más triste para Chile. La arquitectura pertenece a la esfera superior de la ambición humana, un lugar metafísico donde un cúmulo de sensaciones derivadas del mundo tangible tocan una tensa fibra en el alma, igual como la toca la lectura de un poema. Eso es, verdaderamente, arquitectura, y puede estar -debe estar- a disposición de todos. El día que lo discutamos como lo hacen hoy en Londres, habremos entrado a competir en las ligas mayores del mundo.