Paula Lynch tiene experiencia en el dibujo a lápiz y en la figura humana. Esta vez propone -Museo Nacional de Bellas Artes- 22 retratos tomados del natural y uno de un fallecido, proveniente de fotografía. Se nos muestran artistas nacionales varones, de cuerpo entero y tamaño natural, sobre el vacío papel en blanco. Pulsación segura, igual iluminación y suave claroscuro sin color es común para todos. Salvo dos excepciones, la vestimenta resulta muy parecida en unos y otros casos, además de desempeñar un rol nada más que secundario. Así, en orden de importancia, por lo general tenemos las manos, como prolongación de la propia personalidad. Pero esta última halla ante todo su reflejo en gesto y rostro, epicentros de la composición. Desfila, entonces, ante nosotros la generación que, mayoritaria y obviamente, fue joven en un ayer no tan lejano y que hoy evidencia, de distintas maneras, el paso implacable del tiempo; más aún en lo psicológico que en lo físico. Como dijimos al comienzo, la indumentaria de un par de trabajos desempeña un rol importante. Está, pues, el caso de ese caballero de terno oscuro, cuello, corbata y fina bufanda que aparenta esconder a un muy serio Carlos Leppe y sus manos sensuales. Dentro de una línea relativamente semejante, pero de origen fotográfico, emerge la elegancia innata de Claudio Bravo y su gesto de triunfador, refinadamente irónico.
Entre los demás autores dibujados no cabe dejar de destacar a Hugo Marín, cuya mirada penetrante se ofrece, al mismo tiempo, inquisidora y desencantada. A su lado, el montaje ha colocado la actitud y figura un poco simiesca de Jorge Tacla. En cuanto a Mario Toral, sobresale la sensibilidad delicada de sus extremidades superiores. Ya en la rotonda del mismo segundo piso del museo, emerge un José Balmes solemne, cuyos ojos tras las gafas se emparentan, curiosamente, con Gracia Barrios, su consorte fiel. Próximos, similar optimismo contagioso irradian, dentro de su madurez plena, Samy Benmayor y un Bororo paternal. La comunicación de Gonzalo Díaz y sus manos poderosas con el espectador rebosa escepticismo y, de un modo inesperado, dolor. Todo lo contrario, pierde complejidad anímica la risa desdeñosa de Arturo Duclos, en la gran sala que sigue. Ahí, parece saludarnos, amable y seguro de sí mismo, Ricardo Maffei. Contrasta con la actitud un poco olímpica de Benito Rojo. Benjamín Lira, mientras tanto, nos interroga con rostro sonriente y a través de una actitud corporal que, acaso, pudiera ocultar cierta simpática timidez. Sin poder detenernos en otros ocho artistas asimismo bien retratados, dentro de este postrer recinto de la exhibición, irrumpen los esplendores de veras juveniles de autores tan disímiles como son Hernán Gana y Matías Vergara. Los otros ocho retratos expuestos se encuentran, en todo caso, muy bien realizados.
Correa en Patricia Ready
Como en un museo de instrumentos musicales, Claudio Correa ha instalado partituras musicales y textos de himnos. Y por supuesto en vitrinas, una deconstrucción de violines e instrumentos de viento, ya por trastoque de materiales -de madera y metal nobles a cera y molde de yeso-, ya por fragmentación con fuego. Se trataría de un homenaje rememorativo al añejo anarquismo de los años 30. Aquí el concepto parece encontrarse superado por la transfiguración formal de los objetos. Pero la misma Galería Patricia Ready presenta también las relativas intervenciones de su sala grande por once autores de trayectorias más o menos conocidas. Los resultados cualitativos del heterogéneo conjunto afloran, desde luego, desiguales. Probablemente sus mayores atractivos estarían acaparados por Antonia Cruz y Cata González. La instalación de esta segunda sí se atreve a utilizar su espacio más allá del solo muro. Con negra escoria de cobre, con agua corriente y fotografías emprende un elocuente alegato plástico conceptual respecto a cierta feroz destrucción ambiental nuestra. Muy diferente, Cruz entretanto luce un hermoso tríptico fotográfico, de feliz adecuación cromática y con la presencia sugerente de tres figuras femeninas.
Del resto de los participantes recordemos los aportes de Carolina Illanes, con la pulcritud alba de una renovada serie de enrejados de ventanas; el abstracto relieve escultórico de Rodrigo Zamora, que asimismo blancos juega con las sombras que proyectan, pintadas o naturales; los contrastes de significados, producto de hallazgos espontáneos, en las dispares fotos con color de Cristián Silva-Avaria; la plateada guirnalda minimalista, típica de Rodrigo Canala.
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"Lynch/22"
Excelente conjunto de dibujos a lápiz con los retratos de 23 artistas chilenos contemporáneos
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes
Fecha: hasta el 28 de abril
"Cuatro formas de ser republicano"
Instalación con instrumentos intervenidos y viejas partituras de Claudio Correa
"Intervenciones"
Once autores y once obras heterogéneas
Lugar: Galería Patricia Ready
Fecha: hasta el 5 de abril