Esta semana se estrenó otra película de viejos, "Tres tipos duros". La cinta tiene a Al Pacino, a Christopher Walken y a Alan Arkin, tres instituciones de Hollywood, que sin embargo están en una producción que no les hace honor. En este caso, Val (Pacino) sale de la cárcel después de 28 años y el único que lo espera es su mejor amigo (Walken), un compañero de crímenes que ahora, sin embargo, recibió el encargo de matarlo. La cinta podría haber funcionado si de verdad se hubiera hecho cargo de la edad de sus personajes, si no tuviera un devenir tan flojo y si hubiera sido dirigida con un poco más nervio. No es horrible, pero resulta insatisfactoria, como toda buena idea que se desperdicia. Al Pacino, una especie de parodia de lo que fue, nos vuelve a dar pena. Walken está mucho más medido y camina con la misma elegancia de siempre. Arkin apenas tiene espacio para hacer nada. Pero, sumas y restas, la cinta es otra prueba de que Hollywood no sabe muy bien qué hacer con sus estrellas cuando envejecen, lo que es un problema porque cada vez tendremos más películas con veteranos.
En los últimos seis meses, entre otras, se han estrenado "Hotel Magnolia", "Curvas de la vida", "¿Qué hago con mi marido?", "S.O.S. Una familia en apuros" y, cómo no, "Amor", que es lejos la que se toma el tema del envejecimiento más en serio. Y todavía falta el regreso de Barbra Streisand, en "The Guilt Trip"; el de Schwarzenegger, en "El último desafío", y el de Dustin Hoffman en "The Quartet", donde no actúa, pero sí dirige una historia de amor de adultos mayores en un hogar de músicos retirados. Todas estas cintas se hacen cargo de que somos una sociedad -la occidental- que está envejeciendo, con tasas de natalidad cada vez más bajas y expectativas de vida cada vez más altas. Y el cine, al incorporar esta realidad, demuestra que pese a su solipsismo habitual, todavía es permeable a lo que está afuera de él, al día a día, lo que es una gran noticia, ya que su apertura al mundo, junto con su vocación masiva, es lo que lo ha mantenido vital, fresco, esquivo a convertirse en una variante de las artes plásticas, como la performance o las instalaciones.
Las películas de viejos, sin embargo, persisten en ser extremadamente ñoñas, ingenuas, infladas sentimentalmente. "¿Qué hago con mi marido?" y "Amor" son dos notables excepciones, especialmente la de Haneke; intensa, dura, bella y cruel a la vez. Pero, la vejez puede ser mucho más que la decadencia del cuerpo, que es donde "Amor" pone sus fichas. La vejez es un momento en que, como en la juventud, vuelve a cambiar la forma en que nos relacionamos con la sociedad; en que dejamos de ser padres o empleados; en que, pese a que gozamos -o sufrimos- una identidad definida por nuestra historia, debemos tomar decisiones que afectarán los 20 años que nos quedan; en que las relaciones de pareja o nuestra soledad también se ven sometidas a nuevas tensiones; en que debemos enfrentar los desafíos ideológicos y tecnológicos de personas mucho más jóvenes y enérgicas, sobre las cuales, sin embargo, tenemos la ventaja de la experiencia. Es un lugar común volver a citarlo, pero ahí está "El rey Lear" para recordarnos que la vejez puede darnos material riquísimo para contar una historia. No es casualidad que Kurosawa, cuidadoso lector de Shakespeare, hiciera grandes películas de viejos. El relato de una persona joven puede ser dramático, porque tiene todo el futuro por delante y sabemos que cada decisión que tome determinará la forma de ese futuro. El relato de un hombre viejo, en cambio, puede ser dramático porque tiene mucho menos cartas que jugar, mucho menos posibilidades de equivocarse, y cada decisión determinará la forma en que se separe de sus afectos cuando llegue el día de su muerte. El cine, especialmente el industrial, aún entiende esto de manera muy torpe. El drama está en que, como dice el bufón de Lear, no se puede llegar a viejo sin tener un poco de sabiduría.
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TRES TIPOS DUROS
Dirección: Fisher Stevens.
Con: Al Pacino, Christopher Walken y Alan Arkin.
País: Estados Unidos, 2012.
Duración: 95 minutos.