Los principales medios del mundo comentan con entusiasmo el desarrollo económico que está mostrando México. Algunos hablan del "tigre azteca", otros del "ascenso mexicano", otros de "el país que viene". Un articulista especializado, Andrés Oppenheimer, afirma que
"México está de moda". Otro, Thomas Friedman, de The New York Times, pronostica que México será una de las economías dominantes del siglo y que ha sabido retornar a las grandes ligas. Muchos ven a México como la nueva esperanza -a nivel de gigantes- de la economía mundial. Mientras Brasil creció en 2012 solo 1%, y China y la India pierden impulso, México creció 4% el año pasado.
México exporta más productos manufacturados que el resto de América Latina unido. Sus logros en materia de innovación tecnológica llaman la atención, así como las nuevas inversiones que recibe en la industria aeronáutica y de punta. Notables son los centros que aglutinan academia, empresa privada y Estado para promover innovación tecnológica, como en Monterrey. Llamativas son las multimillonarias nuevas inversiones en el sector automotor. Los descubrimientos de yacimientos de recursos naturales generan sana envidia. Nada de esto soluciona automáticamente, desde luego, los retos que el país enfrenta en materia de seguridad y equidad, reconocen sus líderes, pero la tendencia exhibida invita al optimismo. Hoy ese optimismo reina más bien entre expertos y analistas; mañana llegará a la población.
Un impulso nuevo sacude al país desde el ascenso del Presidente Enrique Peña Nieto, el 1 de diciembre de 2012. El Pacto por México, que articula a los tres principales partidos nacionales -PRI, PAN y PRD- en torno a las reformas estructurales que, según sus líderes, precisa el país para pasar a una etapa de modernización y prosperidad, tiene ya un efecto dinamizador. También las relaciones con Estados Unidos entran en una nueva fase, así como el trato que Washington otorgará a los indocumentados, muchos de los cuales son mexicanos.
Recientemente el Presidente Peña Nieto manifestó en el Palacio Nacional que su política exterior aspira a convertir al país en protagonista activo del orden mundial, ampliar la cooperación internacional, promover afuera la imagen de México y su cultura, y velar por los intereses de los mexicanos en el exterior. En este sentido intensificará sus relaciones con América Latina y diversificará las que lleva con Estados Unidos, buscará nuevas oportunidades en Europa, brindará mayor importancia al Asia Pacífico y aumentará su presencia en África, la que exhibe atractiva vitalidad económica.
Nuestras relaciones con México hallan su marco institucional en un Tratado de Libre Comercio y un Acuerdo de Cooperación Estratégica, y en las excelentes relaciones que existen entre ambos países, sus líderes y pueblos. Los chilenos somos queridos y respetados en México, y así lo son los mexicanos en Chile. Nuestros productos son considerados de calidad, y nuestra palabra vale. Los mexicanos valoran nuestra institucionalidad y el modo de hacer las cosas. Son fortalezas esenciales. A pesar de que en 2012 fuimos el principal inversionista latinoamericano en la región, México es solo el octavo destino de las inversiones chilenas, ascendentes allí a mil millones de dólares. México ha invertido 4.500 millones en nuestro país, que -después de Brasil- fue en 2012 el mayor receptor de inversión extranjera de la región. La excelente relación bilateral, la fina sintonía entre ambos gobiernos, el prestigio de la economía y la marca de Chile, así como las dimensiones, las perspectivas y la ubicación geográfica de la economía mexicana, constituyen una invitación para que empresas chilenas de distinto orden y tamaño aprovechen las oportunidades que ofrece el gigante latinoamericano. Soy un convencido de que los emprendedores chilenos deben actuar antes de que el águila azteca remonte su vuelo demasiado alto.