No ha estado tranquila la campaña de la Alianza. Primero fueron los debates. Ahora fue el acto del 27-F en Constitución. Allamand y Golborne están bajo fuego cruzado. Y eso que la campaña no ha empezado...
Mientras Piñera se declaraba "triste" esta semana, el viejo fantasma del canibalismo -atribuido históricamente a la derecha chilena- volvió a aparecer.
Todavía está vivo el recuerdo de ese fantasma presente en los 90, cuyo emblema eran las inscripciones de listas de la UDI y RN pocos minutos antes de las 12 de la noche, en medio de recriminaciones y amenazas de listas paralelas en las afueras del Servicio Electoral.
La amistad cívica del sector había primado como nunca en los últimos años. Incluso en los momentos más complejos que vivió este gobierno. Sin embargo, hoy amenaza con dañarse severamente si la campaña toma este ritmo. Porque la última disputa no es más que el corolario de lo que ha venido ocurriendo desde que ambos candidatos salieron del ministerio.
El canibalismo -como la tragedia Tito Andrónico de Schakespeare- sólo logrará que se coman entre ellos. Y ése claramente no es el camino para ganarle a Bachelet.
Pero hay otro error que también ha estado presente. No es de convivencia, sino que es estratégico. Es el pensar que hay que ganarse el voto duro del sector y, después de la primaria, moverse hacia el centro. La vieja receta de las primarias de Estados Unidos: primero conquisto a los míos, después voy por el resto; primero los duros y después los blandos.
Golborne prologando a Novoa en su libro anti Piñera y Allamand justificando el no usar la palabra dictadura. ¡Vamos detrás del voto duro!
Es cierto que en Chile no sabemos quién votará en las primarias (por lo tanto, nadie tiene suficientemente claro a quién hay que dirigirse), pero algo dice que la receta norteamericana no es el camino. Es más probable que la gente que vote en la primaria de la Alianza lo haga con más sentido de pragmatismo que de ideología. Quien pueda enfrentar mejor a Bachelet y no quien represente más el ADN aliancista.
Y en ese sentido, Golborne y Allamand -en vez de pelear por quién es más de derecha- deberían pelear desde ya por el centro. Porque el centro quedará huérfano a partir del 30 de junio.
La candidatura de Velasco -pese a tener planteamientos interesantes- no parece con posibilidades de prender. La candidatura de Orrego -pese a que probablemente tendrá muchos planteamientos cercanos a la Alianza, y pese a la maquinaria DC- es casi imposible que pueda ganarle a Bachelet.
Haciendo un símil con la extraña definición de Lavín cuando se declaró "bacheletista-aliancista", Golborne debe mostrar el "piñerismo-bacheletista": la eficiencia del actual gobierno con el cariño de Bachelet. Allamand debe mostrar el "piñerismo-laguista": la eficiencia del actual gobierno con el liderazgo de Lagos. Ambos con el eje en el centro. Ese centro que no estará en la Concertación.
Mientras tanto, nos anuncian que la vuelta de Bachelet en marzo tenía letra chica. Era en marzo... pero a finales de marzo. Probablemente estaremos un mes más sin escuchar su voz. Pero no debiera haber grandes misterios. Una Bachelet forzada a correrse a la izquierda por los Girardi, el PS y el Partido Comunista, necesariamente dejará el centro abierto.
Y ese centro definirá la elección.