Si las presidenciales en Colombia fueran este domingo, sondeos recientes dicen que Juan Manuel Santos le gana por buen margen a cualquier rival. Cuando uno le pregunta al Presidente cuál es el secreto de su popularidad, él responde que es "solo suerte". Pero yo no le creo. Hay muchas razones para su éxito.
Una de ellas, por supuesto, es que como Presidente, y antes como ministro de Defensa de Álvaro Uribe, Santos ha sido un luchador enérgico contra la guerrilla y el narcotráfico. Su imagen tocó el cielo cuando fue liberada Ingrid Betancourt, y la mantuvo por años, tanto más con el anuncio de las negociaciones con las FARC. Después lo golpeó el fallo en La Haya sobre la disputa limítrofe con Nicaragua.
Obviamente influyen en su popularidad los avances sociales y económicos. Pero, a mi juicio, las claves del carisma de Santos son su personalidad normal y equilibrada, y su discurso templado que al mismo tiempo no da pie para ambigüedades. El Presidente (conversando distendidamente en una comida durante el "Hay Festival" de Cartagena) es afable, directo y natural. Habla sin estridencias y con humildad de sus logros. Explica simple pero convincentemente sus puntos de vista. Por ejemplo, cuando analiza las razones de por qué se debe "hacer algo" para legalizar la droga en el mundo. "Cuando era ministro tenía una lista de 10 jefes narcos, y todos fueron muertos o encarcelados. Como Presidente tenía una lista de 15 capos, y todos están muertos o presos, pero el comercio sigue". Está convencido de que no se gana esa lucha interceptando embarques que suben el precio de la cocaína en EE.UU.
Los colombianos están cansados, exasperados, de soportar los embates de la guerrilla y los narcos. Hay una excelente novela de Juan Gabriel Vásquez, "El ruido de las cosas al caer", que muestra cómo surge el negocio de la droga a fines de los años 60, y da cuenta del miedo de una generación que creció y convivió con la violencia. Desde 1964, las FARC asesinan, secuestran, cometen atentados terroristas, y durante años han sido actores principales del tráfico de drogas. Esa es la situación que Santos entiende debe terminar, y por eso su empeño en llegar a un acuerdo de paz, aun cuando esto le ha atraído las duras críticas de su antiguo jefe, el ex Presidente Uribe.
Santos no ve alternativa para que Colombia se reconcilie y avance económicamente. "No puede estar entre esos países que se estancan porque hay polarización". Pero no quiere la paz a cualquier precio. Ni despeje militar ni cese del fuego mientras se negocia. Hay que mantener la presión militar sobre los rebeldes, que ahora son un tercio de lo que fueron.
Hoy parte en La Habana una nueva ronda del diálogo, en el que se busca un acuerdo integral de todos los temas de la agenda, y en la que se espera que los guerrilleros se incorporen a la sociedad, formando un partido político. Se estima que lo harían unos tres mil (de 10 mil); los demás seguirán siendo una banda de criminales. Si las negociaciones llegan a buen fin en el plazo previsto, lo probable es que Santos asegure su reelección en 2014.