La plasticidad de las películas de Steven Soderbergh debe ser la envidia de mucho director joven al que le gustaría hacer cintas "con onda". Sus películas fluyen, se mueven sin esfuerzo, como si en lugar de caminar, su narración simplemente se deslizara. No importa lo que cuente, hay algo líquido, orgánico, sin esquinas en su estilo, que parece servir tanto al flujo narrativo como a los énfasis expresivos de su cine.
Lo que, sin embargo, muchos de esos directores jóvenes no entienden es que esa plasticidad no se consigue gracias a la segmentación y el montaje, sino al respeto y la continuidad del plano. Soderbergh no pretende ser Kiarostami ni Tarkovski, pero confía mucho más en el plano de lo que podría esperarse de la enorme mayoría de los directores norteamericanos actuales. En sus encuadres, en el uso de sus movimientos de cámara, Soderbergh deja espacio para el trabajo de sus actores, para el paisaje, para la manifestación de la realidad. Hacer esto y, al mismo tiempo, narrar con pulsión, con electricidad, es talento de muy pocos. Algo tiene este cineasta de virtuoso.
El problema con Soderbergh, sin embargo, es que no está claro qué tanto hay más allá de este virtuosismo visual: ¿posee o no los acentos, las obsesiones, la consistencia y la lucidez moral que convierte a un buen director en un auténtico autor? ¿Es acaso un gran director que aún no hemos podido descifrar del todo, gracias a que se esconde bajo una aparente despreocupación y el constante movimiento entre sus películas?
"Magic Mike", recién estrenada, nos vuelve a enfrentar a este dilema. La cinta sigue a Mike (Channing Tatum) un stripper masculino en Tampa, que de día trabaja en la construcción, en la noche baila en el club de Dallas (Matthew McConaughey), mientras sueña con empezar su propio negocio de muebles hechos a mano. Como si con esto no tuviera suficiente, apadrina a un chico recién llegado (Alex Pettyfer), al que presenta en el club y le enseña cómo levantar mujeres y pasarlo bien. Pese a los talentos y la energía que Mike despliega, el orden que imagina para su mundo se le desgrana entre las manos.
La cinta transcurre entre diversos números de striptease masculino y, de hecho, podría fácilmente tipificarse como una excusa para satisfacer al público femenino. Sin embargo, la película no es sólo una trampa para mujeres ansiosas. La cinta describe a un Estados Unidos instalado en la crisis económica, pero aún energizado por la iniciativa de sus individuos, especialmente cuando se trata de ganar dinero.
A diferencia de otras cintas sobre el mundo del striptease , en "Magic Mike" no hay tragedias, corrupción política ni crímenes. No hay un conflicto irresoluble, pero Soderbergh vuelve a revelarse como un moralista de tomo y lomo, no en el sentido burdo de condenar los desnudos o el hedonismo, sino en que Mike termina por aprender que somos el resultado de nuestras decisiones, en que nos convertimos en lo que somos por efecto de nuestros actos, una manera de entender la moral muy propia de Sartre si se quiere.
De hecho, la gran debilidad de "Magic Mike" -y de Soderbergh en general- es que se pasa de revoluciones en esta materia y se revela puritano para mirar a sus personajes. Quizás no los califica en malos y buenos, pero sí en equivocados y correctos; perdidos y admirables. Pero las personas muchas veces, poseen ambas caras a la vez, con zonas más claras y otras más oscuras. Y si no fueran así, no importaría, porque los personajes sí están obligados a serlo, simplemente porque eso hace más compleja, rica e iluminadora cualquier historia.
Magic Mike
Dirigida por Steven SoderberghCon Matthew McConaughey, Channing Tatum, Olivia Munn y Cody HornEstados Unidos, 2012110 minutos.