Valorar el humor en su justa dimensión es una tarea pendiente cuando se trata de películas, libros y teatro hechos en Chile. Pocas veces inteligencia y humor se juntan. En lugar de usarlo para realizar una observación aguda, una crítica poderosa o como simple acto de lucidez, el humor significa muchas veces, en las películas chilenas al menos, chistes sexuales, discriminación, humillación y, la mayor parte del tiempo, demagogia, con un nivel que escapa poco y nada a lo que se estila en televisión. Tanto es así, que los directores serios suelen arrancar del humor como de la pestilencia.
Esta breve introducción es para destacar que "El salvavidas", el primer largometraje de la chilena Maite Alberdi (1983), estrenado la semana pasada, sí tiene ese humor lúcido, fino, levemente irónico -o distante al menos-, que tanto se echa de menos en el cine chileno. La cinta, promocionada como un documental, sigue a un salvavidas, Mauricio, de peinado rastafari, muy apegado a las normas de su oficio, que trabaja en la playa Chépica de El Tabo, extremadamente populosa y, a juzgar por las explicaciones de Mauricio, de aguas traicioneras. El resto del paisaje se compone de distintos veraneantes; de un niño, Lucas, que quiere ser salvavidas y comienza a seguir a Mauricio, y de Jean Pierre, némesis de Mauricio, un salvavidas de la torre contigua, displicente, pero que, llegado el momento, no tiene dudas en meterse al agua, lo que no está tan claro en el caso de Mauricio. La cinta, de estructura evidentemente narrativa, divide su tiempo entre el registro de algunos veraneantes y la narración del conflicto entre Mauricio y Jean Pierre. La primera vena es eminentemente documental; la segunda, provoca algunas sospechas sobre su veracidad, ya que lo que sucede, que no relataremos aquí para no arruinar la diversión, es demasiado perfecto en términos narrativos, una sucesión de piezas que la realidad muy difícilmente entrega en tan perfecta sintonía. Esto, por supuesto, podría ser material para una discusión muy larga sobre los límites de lo documental. No sólo por el hecho de que filmar una realidad significa intervenirla, sino porque en la práctica muchos documentales recrean escenas que la cámara no pudo registrar o se generan diálogos artificialmente, para hacer más comprensible o atractivo su material. Sin conocer cómo fue la producción de la cinta, pero a juzgar por lo que se ve y escucha en la pantalla, "El salvavidas" recurrió generosamente a estos y otros recursos, al punto que su "documentalidad" merece algunas dudas.
Con todo, si la película recurre o no la ficción, es un problema de etiqueta, no de calidad. Puede que en estricto rigor "El salvavidas" no sea un documental, pero eso no cambia que realiza profundas, y cómicas, observaciones sobre cómo nos comportamos los chilenos en la playa; indaga en la extraña relación que tenemos con la autoridad, y explora el conflicto entre las normas y la expresión del carácter, entre el orden y el talento, entre especular y actuar. Sutilmente, Maite Alberdi recupera un tipo de mirada y un humor que, más que poner el acento en el patetismo de nuestras conductas, sonríe con malicia, pero también con cierta compasión, en el entendimiento de que todos somos imperfectos y torpes cuando llega el caso; una mirada y un humor que proviene del cine de Raúl Ruiz de los sesenta y setenta, que después tomaron Cristián Sánchez e Ignacio Agüero, y que últimamente se mostraba algo huérfano en la escena chilena. Es un gran logro. Ojalá que lo sepa cultivar.
El Salvavidas
Dirección: Maite Alberdi.
País: Chile, 2013.
Duración: 64 minutos.