Jovino Novoa no aguantó más. Lanzó esta semana un libro donde deja clara su desilusión con este gobierno. Advierte que si hubiera sabido como iba a ser, "muchos en la UDI nos hubiésemos replanteado la decisión de apoyar su candidatura".
Es legítimo que Novoa disienta de la conducción de Piñera. Es coherente con lo que ha sido además su trayectoria política. Pero la pregunta de fondo es si tiene razón en que este gobierno ha traicionado los principios del sector.
Piñera es políticamente ecléctico. Siempre lo ha sido. Familiarmente DC, pero con ciertas convicciones liberales, fue uno de los primeros en cruzar la frontera del SÍ y el NO para liderar la "patrulla juvenil" en los 90. Sus críticos dirán que es puro sentido de "oportunidad". De comprar barato y vender caro. Es cierto que hay algo de eso. Pero es cierto que el "sentido de oportunidad" forma parte de la esencia de todo político, tal como ya lo dijo Maquiavelo hace muchos siglos.
Sin embargo, más allá de las críticas, Piñera ha tenido en su vida política una cualidad que es innegable: ha sido un moderado. Pasó de ser un opositor ponderado a Pinochet a un promotor de los acuerdos en los 90. Antes de ser Presidente nunca enarboló banderas talibanas ni dio portazos a sus contrincantes. Y su gobierno ha sido, en cierta forma, lo que ha sido su trayectoria política: un gobierno moderado. Y en buena hora.
Este gobierno es tan de derecha como los gobiernos de la Concertación fueron de izquierda. Sin darnos cuenta ambos se juntaron en cada extremo de la misma plaza central. Sin darnos cuenta, el haber usado ideologías políticas descafeinadas entre 1990 y hoy, terminarán permitiendo construir los 25 años más exitosos de Chile.
Y Piñera, más allá de los errores cometidos, lejos de abandonar a la derecha la ha logrado legitimar. Y de eso Novoa debería estar agradecido. Dejó atrás el fantasma de que "la derecha no garantiza la gobernabilidad". Disipó el temor de que la derecha gobierna para el empresariado. Soslayó el conservadurismo valórico (donde la virgen de la Junji no es más que una simple anécdota) y enterró definitivamente al pinochetismo.
Es cierto que la reforma tributaria terminó siendo discutible. Es cierto que el posnatal de 6 meses terminará jugando en contra de las mujeres. Es cierto que no podrá hacer otras cosas que de acuerdo al ideario debería hacer, pero hay que recordar a Churchill cuando decía que "la democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás" o a Aristóteles cuando dijo que "la política es el arte de lo posible".
Es verdad que el gobierno fue inepto en el manejo político en su primera mitad. Es verdad que el afán de Piñera de ser querido lo hizo perder el tiempo en pos de una quimera. Hay muchas verdades. Pero éste ha sido un gobierno que -además de moderado- ha fomentado el crecimiento, ha defendido la libertad y ha modernizado la gestión de muchas áreas. Puros principios enarbolados históricamente por la derecha.
Por eso no es cierto que "la derecha avergonzada se instaló en el segundo piso y permanece allí, convencida de que su misión no es reafirmar los principios defendidos hasta ahora por su sector, sino hacer lo posible por camuflarse con la Concertación", como nos dice el senador Novoa en su libro.
Pero además de no ser cierto, es injusto. Porque el segundo piso de La Moneda que integró Novoa en los 80 debe tener muchas más cosas de las que avergonzarse.