El Festival de Música Contemporánea de la Universidad de Chile se ha asentado como una excelente oportunidad para calibrar el estado de la composición actual dentro y fuera del país, y la calidad de los intérpretes nacionales. Se demuestra que existe una generación de ejecutantes familiarizados con las exigencias de un repertorio que no siempre tiene cabida en la formación tradicional de nuestras academias. En composiciones de desigual calidad, como las escuchadas el martes en la Sala Zegers, el denominador común fue el gran desempeño de todos los intérpretes.
Las obras eran estrenos, lo que hace difícil emitir una opinión justa respecto de sus méritos y cualquier comentario está basado en una impresión fugaz, aunque también en estos casos puede darse el amor "a primera audición", lo que también tiene sus riesgos.
Miguel Villafruela impuso su reconocida calidad en "Tus zonas prohibidas", de Edgardo Cantón, para saxo y electrónica. La obra no constituye un aporte demasiado significativo, pues el tratamiento del recurso electrónico no va más allá de crear un ambiente sonoro haciendo descansar todo el interés en el rol del solista.
"Compañía 1264", de Fernando Carrasco, abunda en hallazgos tímbricos, rítmicos y texturales y desemboca en un atractivo galimatías. De Coriún Aharonian, destacado compositor uruguayo, se oyó "Una canción", divertimento que juega a puntuar una pegajosa melodía (¿canción popular?) con sorpresivos exabruptos. Sebastián Ramírez, en su obra "Del puerto", contrasta interesantes momentos de vitalidad rítmica y atmósferas suspendidas. Las tres obras fueron ejecutadas por la Compañía de Música Contemporánea, de excelente desempeño, bajo la sólida conducción de Carlos Valenzuela.
El "Flötenquartett", de Andrés Maupoint, en una ejemplar interpretación del Cuarteto AULOS, confirmó el gran nivel del compositor en una partitura que, más allá de los "efectos especiales", despliega una fantasía cautivadora desde la primera nota, destacándose la notable estructura del último movimiento. El guitarrista Gonzalo López puso su impecable ejecución al servicio de una obra muy mesurada, "El Polifemo de oro", del inglés Reginald Smith Brindle (1917-2003). El pianista Jorge Pepi-Alos, en comprometida interpretación, hizo oír "Flores de Papel: 4 imágenes de cementerios pampinos", de René Silva, despliegue de clusters y trémolos telúricos excesivamente reiterados. Finalmente, la estupenda percusionista Camila Sánchez impactó con su dominio de los timbales cromáticos en la obra "Chant d'amour", de Boris Alvarado, de un discurso algo extenso que la hace perder el impacto del comienzo.
En suma, excelentes intérpretes para obras de heterogénea jerarquía.