Es difícil juzgar si "Chile en el cine. La imagen país en las películas del mundo" es estrictamente necesario, pero vaya que resulta divertido. Lo que en otras manos podría haber resultado una lista de supermercado inorgánica, reiterativa y pesada, en manos de Ascanio Cavallo y Antonio Martínez adquiere sentido y fluidez, bañado todo por un humor sarcástico y fino. Pese a que el ejercicio puede clasificarse como interesante y especialmente útil para las empresas que exportan, así como para las agencias estatales que promocionan a Chile en el exterior, el resto de los ciudadanos no bailamos en el aire por estos temas. Sin embargo, detrás de esta excusa, que posiblemente hace más viable la publicación de este libro, se revela el gusto de los autores por hablar de películas, por comentar cosas raras, por volver a autores conocidos o por sorprenderse con otros desconocidos, así como por meterse en viejos cuentos, donde se funde la literatura, el chamullo y la repetición de un lugar común. Sí, como lectores aprendemos que para el mundo Valparaíso es mucho más relevante que Isla de Pascua, y que hay una conexión mítica entre el puerto y el Cabo de Hornos, pero por encima de eso nos dan ganas de revisar las películas de aviadores de Hawks, ver "Un fausto moderno" (1967) -porque nunca habíamos atinado que Stanley Donen había dirigido a Raquel Welch "en el cénit de sus atributos"- o ver "Palabras", de Corso Salani, un director del que no teníamos registro.
La obsesión de Cavallo y Martínez, críticos de cine de dotada pluma, merecido prestigio y no poca erudición, autores también del estupendo "Cien años (claves) del cine", se revela en la forma en que describen y sopesan cada aparición de un lugar, una marca o una referencia a Chile, ilustrando con fotogramas cuidadosamente elegidos muchísimas de sus descripciones. Los detalles llegan a ser exquisitos y remiten, muchas veces, a los orígenes literarios o musicales de tal o cual referencia, lo que muchas veces amplía la conversación mucho más allá del cine mismo. ¿Qué tan cierto es que "Moby Dick", la novela, está inspirada en una ballena que rondaba la isla Mocha en el sur de Chile? ¿O de dónde proviene la idea de que el Che pasó por Chuquicamata? Cuando la conversación es buena da un poco lo mismo de qué se hable.
Con todo, pese a la rigurosidad con que Cavallo y Martínez examinan cada referencia, evitan la tentación de hacerse los tontos serios, ya que ponderan las películas en lo que son: películas. Algunas más exitosas y populares, otras más logradas, algunas un refinado producto de arte, otras un burdo negocio y muchas, pero muchas, derechamente malas. De hecho, para un trabajo como "Chile en el cine", las películas malas son un desafío especialmente exigente. No sólo porque demandan paciencia y temple al verlas, sobre todo cuando ya se han visto antes y se recuerda muy bien cuán decepcionantes son, sino porque solicitan ponderación al momento de sopesarlas en el conjunto total del libro. Por mucho que "Rapa Nui" (1994), de Kevin Reynolds, sea un material muy jugoso para los fines de este libro, no merece más que página y media, ya que es un bodrio de antología. Las buenas películas, además de ser una fuente de emoción e inspiración, son un placer en sí mismas. Las malas películas se gozan cuando nos podemos reír de ellas, lo que no es poco.