A punto de terminar el tercer año de la administración del Presidente Piñera surgen varias paradojas. La más importante es cómo se puede explicar que un gobierno, que en sus cifras macroeconómicas es exitoso, tenga la peor evaluación ciudadana desde el año 1990.
Efectivamente, cualquier balance objetivo de este gobierno nos muestra cifras macroeconómicas expectantes, como por ejemplo haber crecido en tres años casi en un 6% promedio anual; tener un desempleo inferior al 7%; una muy baja inflación, etc. Es verdad que frente a cada una de estas cifras hay observaciones que las atenúan, como por ejemplo, reconociendo el aumento del empleo, cuestionar su precariedad. No obstante, las cifras gruesas hablan de un país que crece.
Sin embargo, estas cifras no están para nada correlacionadas con el respaldo al Presidente y su gobierno. Siguiendo la línea del Centro de Estudios Públicos, vemos lo siguiente: la aprobación al Presidente de cómo conduce su gobierno ha bajado del 45%, en junio del 2010, al 27 % en julio 2012. Más impactante aún es la evaluación ciudadana sobre cómo el Presidente y su equipo está manejando la economía, que pasa de un 39% de aprobación en junio del 2010, a sólo un 27% en julio del 2012.
Asimismo, si uno toma la línea de Adimark, la evaluación ciudadana a la forma cómo el Mandatario está conduciendo su gobierno baja de un 52% de evaluación positiva, en marzo del 2010, a un 32% en septiembre del 2012, última encuesta pública que realizó esta empresa. Pero no sólo el Presidente. El gobierno como colectivo también sufre una caída relevante en esta encuesta. Mientras que en marzo del 2010 el 60% aprobaba la forma como el gobierno estaba desarrollando su labor, en septiembre del 2012 esta cifra cae prácticamente en un 50%, alcanzando sólo el 32%.
Las respuestas conocidas frente a esta paradoja son múltiples. Algunos, como el candidato Allamand, hablan "de deficiencia política desde el día 1". Otros se detienen en las "piñericosas"; otros hablan de déficit comunicacional; otros, de la falta de empatía política del gobernante, etc. Somos pocos los que hemos reiterado -desde el día 1- que la respuesta a esta paradoja está en que si bien Chile ha crecido, los frutos de ese crecimiento se distribuyen muy mal, y en consecuencia, para la mayoría de la población las buenas cifras macroeconómicas no cambian su cotidianeidad.
Para enfatizar este punto de vista quiero colocar tres ejemplos. Cuando la economía crece, obviamente los ingresos crecen, pero de acuerdo a la última encuesta Casen 2011, la distribución de ese crecimiento de ingresos es indecente. El 10% de mayores ingresos de la población captura el 43% del ingreso total, aún más, el 1% más rico captura el 11,6% del ingreso total; mientras que el 10% más pobre, captura menos del 2% del ingreso total. En definitiva, no sacamos nada con crecer y aumentar el ingreso si se distribuye con estos resultados.
La economista Andrea Repetto, en estas páginas, y teniendo como fuente la misma Casen, determinó la distribución de los ingresos monetarios de los hogares ni por deciles ni por quintiles, sino por percentiles, y llegó al siguiente resultado: el 50% de los hogares tiene ingresos inferiores a $500 mil al mes; el 75% de los hogares tiene ingresos inferiores a $1 millón al mes; el 95% de los hogares tiene ingresos inferiores a los $2 millones al mes. Con estos antecedentes se dificulta que una familia perciba en las cifras macroeconómicas elementos de cambio en su realidad.
Finalmente, la Asociación de Investigadores de Mercado actualizó la caracterización de los distintos estratos socioeconómicos de Chile en el mes de agosto. Sobre la base de más de una decena de variables, destacándose entre ellas el nivel de ingreso y la escolaridad del jefe de hogar, el resultado es impresionante.
El ABC1, que en lenguaje común agrupa la clase "alta" y "media alta", es sólo el 5,4% de los hogares en Chile. Su contracara, el grupo D, que en lenguaje común es la clase "popular", representa el 41,1% de los hogares; y el grupo E, que está en la marginalidad, representa el 22,4% de los hogares.
La pregunta es ¿el 63,5% de los hogares, que es la suma de los grupos D y E, que representan a la clase "baja", vivirá el éxito macroeconómico? Las referencias anteriores nos reafirman que el gran problema de Chile sigue siendo la desigualdad. La desaprobación al gobierno de derecha es la expresión que las variables macroeconómicas exitosas no se distribuyen con justicia en la sociedad chilena, y parece ser la única explicación para entender cómo un gobierno exitoso en lo "macro" es desastroso en lo "micro". El desafío para Chile es seguir creciendo como "chinos" pero distribuir como escandinavos.