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RenovarLa derecha y la política
"Aunque no hayan caído bien al interior del Gobierno las palabras de Allamand que acusan una falta de destreza en la conducción política del gobierno de Piñera desde el primer día, lo cierto es que a estas alturas existe bastante consenso en que reflejan una realidad..."
La salida de los ex ministros Allamand y Golborne del gabinete y la expectativa creada en torno a las elecciones primarias fijaron la atención en los precandidatos de la centroderecha, permitiendo al gobierno concentrarse en sus propias tareas y superar el mal momento vivido luego de las elecciones municipales.
Entre estas tareas, destacó con particular brillo la impecable defensa de la posición de Chile en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, donde el equipo jurídico de la Cancillería contó con la certera conducción del ministro Alfredo Moreno y el Presidente Piñera.
El Gobierno en su mejor faceta: abocado a una tarea compleja, de alta exigencia técnica y de interés nacional.
Y cuando no terminaba aún la buena estela de esta gestión, aparecen, al interior de sus propias filas, antiguas fisuras que empañan el buen momento que vivía el gobierno y por ende la centroderecha.
La salida del ex ministro de Justicia Teodoro Ribera y su sucesión llevan a la renuncia del senador Carlos Larraín, presidente de Renovación Nacional, el partido político del Presidente de la República. La intervención del precandidato presidencial de ese partido, Andrés Allamand, logra desactivar la renuncia, pero ello no resuelve el problema de fondo.
Resulta difícil dejar de ver en este episodio dos debilidades importantes que ya ocasionan demasiados costos a este sector político.
Por una parte, una difícil interlocución del Gobierno con los partidos políticos que lo apoyaron y en particular con Renovación Nacional. De otro lado, una evidente debilidad institucional en los partidos de la centroderecha.
Aunque no hayan caído bien al interior del Gobierno las palabras de Allamand que acusan una falta de destreza en la conducción política del gobierno de Piñera desde el primer día, lo cierto es que a estas alturas existe bastante consenso en que reflejan una realidad. Incluso la mejoría en este aspecto que pareció traer la presencia de Andrés Chadwick en el Ministerio del Interior quedó en entredicho. La posterior reunión de éste con la directiva de RN parece poner paños fríos a la situación, pero no sabemos hasta cuándo.
Pero sería injusto e incompleto este análisis si no agregamos a la falta de destreza del Gobierno en su relación con los partidos políticos la debilidad institucional de estos últimos.
El gobierno corporativo de diversas instituciones en nuestro país, como el de las empresas, ha experimentado progresos evidentes tendientes a aumentar la transparencia de sus actuaciones y sus finanzas, y a diseñar esquemas de gobierno que facilitan la adecuada representación de todos sus partícipes. En otros ámbitos, como el de la educación superior, vemos hoy día un evidente déficit de institucionalidad y de transparencia.
El gobierno corporativo de los partidos políticos tiene también importantes deficiencias y parece haber llegado el momento de abordarlas. La conducción de éstos, si bien debe respetar sus mayorías internas, debe cumplir también estándares mínimos que den garantía a todos sus integrantes. De lo contrario, corremos el riesgo de alejar cada vez más a la buena gente de la política.
Pero la debilidad de la derecha no es sólo institucional; es también cultural. Como lo señalamos en el libro "El Regreso del Modelo" que se acaba de publicar, históricamente ha existido en la derecha una suerte de desprecio por la actividad política.
La política es importante para nuestra sociedad, y mientras la derecha no lo entienda así, difícilmente podrá ser exitosa.
Y una buena parte del déficit político de la centroderecha está en la falta de reflexión y discusión de ideas, y su escasa práctica de deliberación interna. Sus dirigentes deben tener la capacidad de aceptar diferencias, respetarlas y procesarlas. Ojalá estos episodios ayuden a comprenderlo.