La economía chilena transita por un buen momento, a pesar de la debilidad del escenario mundial. El crecimiento de la demanda tiene fundamentos sólidos, los que debiesen mantenerse por un tiempo, generando una ventana de oportunidad para alcanzar un crecimiento sostenido durante varios años, con lo cual podemos quedar muy cerca del nivel de ingreso que se requiere para entrar al desarrollo. Por esta razón es muy importante identificar y administrar los riesgos internos presentes en el actual escenario económico.
La actividad económica internacional parece haber tocado piso y encaminarse hacia una recuperación, que si bien será débil y volátil, ya es visible en las principales economías emergentes, en el cambio de tendencia de la actividad manufacturera, en la continua recuperación de Estados Unidos, y en las señales de que los riesgos de un agravamiento de la crisis en Europa o de una mala solución del llamado "abismo fiscal" en EE.UU. están más acotados.
En este contexto, la mirada se vuelve hacia las condiciones internas del país. Aquí encontramos que junto a los buenos resultados respecto de la actividad, el empleo y la inflación, hay dos riesgos que debemos atender: la brecha entre el gasto y el ingreso se está ampliando, y la productividad crece muy lentamente.
Estos riesgos se manifiestan en un ajuste impulsado por la caída del tipo de cambio real. Los sectores productores de bienes transables están creciendo en torno a un 2,5%, mientras los no transables lo hacen por encima del 7% anual. La inflación de costos, especialmente de mano de obra y de energía, crece por encima del 6%, mientras la inflación de los precios finales se sitúa por debajo del 3%. La tasa de interés que paga un depósito bancario es de un 6,5% en Chile y de un 0,5% en Nueva York. El déficit en cuenta corriente se sigue ampliando y podría superar el 4% a fines de este año. El crecimiento de la productividad en 2012 será cercano a cero.
El gran desafío para el país es mantener las buenas perspectivas de la economía y evitar que los riesgos señalados frenen el impulso actual. El Banco Central sostiene que el tipo de cambio real se encuentra en la parte baja del rango que es coherente con los fundamentos de largo plazo de la economía, de modo que tenemos poca holgura en este terreno.
En estas condiciones el único camino es reducir la creciente brecha entre el gasto interno y el ingreso nacional, lo cual puede lograrse frenando el gasto privado o restableciendo la disciplina fiscal que tuvimos hasta el 2007, con un superávit estructural promedio de 1% del PIB durante dos décadas. El aparente esfuerzo fiscal del gobierno es el resultado del mayor precio de referencia del cobre y no de un genuino ahorro público.
Respecto del crecimiento de la productividad hay un conjunto de temas relevantes, como el elevado costo de la energía, profundizar las reformas de la educación y lograr un mejor funcionamiento del mercado de trabajo. Sin embargo, todos estos temas tienen en común que requieren de un Estado moderno y profesional, que reduzca la alta incertidumbre que enfrentan las actividades reguladas y genere políticas públicas más estables.
En este sentido, el aspecto más relevante de la modernización del Estado es la profesionalización de sus funcionarios, donde hoy se observa un escaso avance. Las autoridades políticas se rodean de asesores de variada experiencia, pero que tienen alta rotación, lo cual posterga las posibilidades efectivas para el despliegue de un servicio civil acorde con el desafío de una mayor productividad. Los esfuerzos de modernización que han hecho los sucesivos gobiernos, desde fines de los 90, se tornan inoperantes si no van acompañados de esta efectiva profesionalización.
El optimismo económico que se observa en el país no debe encubrir los desafíos de restablecer un entorno macroeconómico más equilibrado y de generar un nuevo estímulo al crecimiento de la productividad. Enfrentarlos de manera responsable y decidida nos permitirá extender la actual fase de crecimiento, generando condiciones objetivas para alcanzar el umbral del desarrollo.