Esta es la historia de un hombre viejo que recuerda su infancia. Es también varias decenas de historias más: de fantasmas, de misterios, de piratas, de crímenes, de sueños. Es, como todas las películas de Raúl Ruiz, una suma de su mundo, sólo que filmada cuando el cineasta frisaba los 70 y ya había recibido una severa advertencia de la muerte. Es su última película (fuera de la inacabada Las líneas de Wellington, que ha terminado su esposa, Valeria Sarmiento), si es que esta palabra tiene algún sentido en el universo inagotable de Ruiz.
El protagonista es Celso Barra (Sergio Hernández), un burócrata en el filo de una jubilación obligada pero indeseada, porque hace ya años que no hace nada, que recuerda a sus personajes más admirados mientras espera que lo asesinen en la pensión de Nigilda (Valentina Vargas). Esos personajes son Long John Silver (Pedro Villagra), el pirata de la pata de palo de La isla del tesoro, el novelista francés Jean Giono (Christian Vadim), de quien Ruiz adaptó Las almas fuertes, y Beethoven (Sergio Schmied), que se aparece en las calles de Quilpué. El mundo marino, la cultura francesa y la música: todo lo que fascinó a Ruiz mientras era convocado por "la noche de enfrente", donde "nos están esperando", una bella y fiestera metáfora de la muerte.
La cuarta referencia, más difusa, es la de la literatura chilena olvidada, en este caso Hernán del Solar, cuyo libro de cuentos da el título a la película e inspira muchos momentos a partir de sus relatos "Pata de Palo" y "Rododendro". Del Solar fue, además de un intelectual de nota, uno de los más importantes cuentistas infantiles de Chile.
La narración se inicia en Antofagasta, pero pulula por Quilpué, Santiago y acaso Villa Alemana sin necesidad de explicaciones. Celso Barra parece hablar desde la actualidad, aunque el mundo que lo rodea es el de los años 50, el mismo de su infancia, el de "Ibáñez al poder / la escoba va a barrer", el de la radio de Darío Verdugo, Juan Campbell y Emilio Filippi, el del agua Velva y la revista El Peneca.
La interpretación más corta es que, acaso presintiendo su muerte, Ruiz puso aquí todas sus referencias. Pero, ¿no hizo eso a lo largo de toda su obra? Parece más bien que en La noche de enfrente, ficción testamentaria si se quiere, mort au travail en el decir de Cocteau, Ruiz quiere burlarse un poco de la idea de la muerte, convertirla en un arquetipo del ars dramatica, en el juego de un niño que tuvo una gran cabeza y un universo sonámbulo. En fin: la historia de un hombre viejo que recuerda su infancia y se ríe de todo lo que pasó entre medio. La manera de celebrar un paso fabuloso por el mundo.
El montaje dejó para los créditos finales tres palabras en la voz de Ruiz, como el punctum que Roland Barthes veía en los autorretratos póstumos: "Rompan filas" y "Corten". Un toque escalofriante para una película imprescindible.
La noche de enfrente
Dirección: Raúl Ruiz. Con: Sergio Hernández, Christian Vadim, Valentina Vargas, Santiago Figueroa, Chamila Rodríguez. 110 minutos.